Hace más de 2.000 años en la Grecia helenística, se inventó el astrolabio como una especie de calculadora analógica para descifrar una variedad de observaciones astronómicas, medir un área o calcular la latitud y el tiempo.
A menudo hecho de metal, la herramienta fue modificada y desarrollada en el mundo islámico y más tarde en Europa occidental, a lo largo de los siglos siguientes. En la época medieval, fue adoptado por astrólogos y algunos médicos, para quienes la creencia religiosa y la medicina estaban estrechamente relacionadas, para determinar el curso de los planetas y sus influencias. Y en el siglo XVI, el dispositivo llegó al erudito Leonhard Thurneisser (también conocido como Thurneysser, aproximadamente 1530-1596).
Thurneisser estaba fascinado por el funcionamiento del universo, y sus amplios conocimientos le consiguieron un puesto como intelectual y médico milagroso en una corte noble en Brandeburgo, Alemania. Aunque algunos de sus colegas lo denunciaron como científico poco serio debido a su interés en la alquimia y la astrología, él publicó sus hallazgos en un asombroso tomo conocido como el Archidoxa en 1569, que contiene una colección de predicciones e ideas astrológicas. Seis años más tarde, lanzó un complemento al volumen llamado el Astrolabium, que utilizaba volvelles o ruedas giratorias para proporcionar horóscopos individuales.
Ricamente ilustrado con láminas a color grabadas por un artista llamado Peter Hille, cada página contiene una constelación diferente y el “Círculo y Recorrido del Hombre” o “man’s circle of life”. Las volvelles, que se podían colocar en capas sobre cada página y girar en relación entre sí, incluyen las ubicaciones de las estrellas fijas y el “Árbol de la Vida”. Encuadernado en cuero ornamentado, el libro habría funcionado como una especie de tablero de Ouija medieval, teóricamente permitiendo al usuario anticipar su destino o predecir desastres naturales.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.