“El que mucho abarca, poco aprieta”, dice el dicho. Querer hacer todo y desear darle gusto a las personas seguramente ha provocado que frecuentemente te ahogues en un vaso de agua. Lo importante es saber jerarquizar las prioridades y ordenar tus pendientes, para ello debes determinar qué es urgente y qué es importante.

Ahórrate el estrés en vano y conoce estos tips para lograrlo:

1. Establece tus prioridades

Saber cuáles son tus prioridades “te ayuda a decir NO a un compromiso que no te conviene, a ignorar una tarea que no cuenta, a descartar una actividad que ya no te aporta, a desechar un mal hábito que te perjudica y a detener un proyecto que no te hace crecer”. Hazte preguntas simples y directas, y escribe las respuestas.

2. Márcate un plan de acción

No hay mejor motivación que un objetivo a largo plazo, pero para llegar hasta él hay que ir poco a poco. Si eres constante, de la repetición de ciertas actitudes o actividades crearás un hábito. Funciona como una espiral. Paso a paso, irás alcanzando tus objetivos, y esto te motivará a su vez a seguir trabajando, mejorando, esforzándote.

3. Planifica tu día a día

Una vez que tengas tus prioridades, tu motivación y las metas claras, es el momento de marcar las tareas que debes hacer ese día, o esa semana. Sin el trabajo previo descrito en los tres primeros puntos, probablemente redactarías un listado de tareas, pero es difícil que establecieras el orden en base a la relevancia de cada una de ellas, y su aportación a la consecución de tus metas.

4. Termina las tareas

“Las personas somos muy buenas empezando cosas pero no tan buenas terminándolas”. El libro Start: productividad para humanos establece que “una tarea terminada es una tarea menos”, mientras que “una tarea a medias tal vez sea una urgencia mañana”. De todos modos, recuerda que no todos los imprevistos son urgentes. Tómate unos segundos antes de precipitarte a dejar lo que estás haciendo para ponerte con ello.

5. Adelántate a los imprevistos

Además de una agenda bien planificada, hay ideas que surgen en el día a día que si se anotan convenientemente, pueden ahorrarte un tiempo considerable el día de mañana. “Muchas ideas tienen poco valor en el momento en que nacen pero se vuelven útiles después. Si las capturas primero, luego las puedes recuperar, desarrollar y utilizar.

6. Las tareas aburridas, también

“Mejor dejo esto para mañana”; “ya lo haré en otro momento”; “estoy seco de ideas”. No son más que excusas para posponer, una y otra vez, esas tareas que te resultan más aburridas. Lo llaman procrastinar. Busca el lado positivo de esa labor que tanto te espanta a priori, no la dejes para el final. Puedes aplicarte la gamificación a ti mismo, imponiéndote una pequeña recompensa cuando termines, que sirva como estímulo.

7. No te atasques

No hay nada peor que el estrés para tu concentración. Imagina que se produce un imprevisto, y que éste resulta ser urgente e importante. No te bloquees, piensa primero en cómo reorganizar tu día y céntrate en superar el primer paso de tu nueva tarea, a continuación el segundo, y así hasta que la concluyas.

8. Identifica tus ‘antitareas’

Tan importante como saber qué debes hacer, es conocer lo que no tienes que hacer. Tu lista de antitareas la pueden componer hábitos, gestos, rutinas o incluso personas.

9. Conócete a ti mismo

Hay quien se concentra mejor a primera hora de la mañana, quien trabaja mejor por las tardes, y después están los búhos. No hay opciones mejores y peores, especialmente si hablamos de organizaciones que permiten el teletrabajo o, al menos, una cierta flexibilidad de horarios. Conocer tus propios biorritmos te permitirá elaborar una agenda más realista y productiva, estableciendo las tareas que requieren una mayor concentración en los momentos del día en que te sientas más fresco, y las funciones más mecánicas en los períodos que se te hagan más cuesta abajo.

Con información de Espacio 360