El novelista y consumado macho Norman Mailer escribió una vez: “Probablemente no haya ningún heterosexual sensible con vida que no se preocupe de su homosexualidad latente.” Y es que parece que en nuestra sociedad las mujeres gozan de cierta permisividad para albergar fantasías homosexuales, incluso para realizar algunas de ellas y dejarlas en el olvido (como el rito de paso de algún beso con una chica, por ejemplo) –un dominio que parece cerrarse a los hombres.

Basados en la experiencia de las mujeres, no podríamos generalizar y decir que si una mujer fantasea con otra o incluso si llega a tener relaciones con otra, dicha mujer sea automáticamente lesbiana. En mi propia experiencia, puedo decir que no es el caso. La heterosexualidad femenina, como todo con respecto a nuestro deseo, es un área mayormente subjetiva, donde no pueden existir reglas fijas e inamovibles. ¿Con los hombres será igual?

La psicóloga y sexóloga Susan Block afirma que las fantasías homosexuales de las mujeres tienen que ver con el cuerpo completo de otra: sus senos, cabello, ambos pares de labios, ojos, piel… Pero, en contraposición, las fantasías de hombres con otros hombres tienden a centrarse en una zona específica que ya adivinamos: el pene. La doctora Block afirma, así, que tal vez Freud estaba equivocado con respecto al concepto de “envidia del pene”: “Las mujeres no la tienen; los hombres sí. Al menos muchos de ellos. Ciertamente, Freud mismo.”

En su experiencia con cientos de pacientes, la doctora Block afirma que “incluso, tal vez especialmente, los más acérrimos machos homofóbicos tienen fantasías gay.” Esto se explica por el miedo a ser “convertido”, “transformado”, e incluso “contagiado” por las conductas que el homófobo ve en hombres gays. Podemos escucharlo en conversaciones diarias o al pasar: para los hombres, la heterosexualidad parece ser un estado que siempre se está conquistando a través de las mujeres, lo que explica la importancia del bluff, de la cacería y de llevar la cuenta de las mujeres que pasan por su cama.

En las experiencias carcelarias, los hombres violan a otros como una forma de sujeción y control, pero probablemente también para dar salida a una necesidad de contacto físico, sin que de sí mismos puedan decir que son abiertamente gays. ¿Y quién podría definirse enteramente gay o enteramente hetero? ¿No son nuestras amistades del mismo sexo una forma de enamoramientos célibes donde disfrutamos la compañía de otro hombre o de otra mujer aunque no tengamos el impulso de llevarlos a la cama?

No sólo eso: Masters y Johnson (la pareja clásica en los estudios sobre respuesta sexual humana) afirmaron que los heterosexuales tienen fantasías homosexuales tanto como los homosexuales imaginan encuentros sexuales con personas del sexo opuesto. Esta respuesta no sólo es sana sino natural: refleja curiosidad y un aparato psíquico flexible y abierto a la experimentación. Eso es justo lo que la fantasía no permite: un simulacro seguro, al igual que los sueños, donde podemos abordar dudas y curiosidades con la seguridad de que nadie más lo sabrá, sino nosotros.

El poder en la sociedad actual necesita definir a sus sujetos de manera cuantificable y clara: blanco o negro, hombre o mujer, local o extranjero, hetero o gay. Pero el ser humano –y sobre todo en el aspecto erótico-sexual– no se deja definir tan fácilmente. La doctora Block afirma que la imaginación humana es más bien “omnisexual”: es decir, que sin encontrarlo nunca del todo, busca, crea y acepta todo aquello que le proporcione placer.

Fuente: (Avant Sex)