Ahora que entramos de lleno en la primavera, es de esperar que pasemos cambios bruscos de temperatura, y que los días de sol y de lluvia se sucedan intermitentemente. Pero, ¿sabemos cómo reacciona nuestra piel a estas diferencias tan marcadas en el clima? Vamos a ver lo que pasa en ella según los casos.

Nuestro cuerpo es una excelente máquina autorreguladora que nos hace vivir a unos agradables 37°C. Logramos esto gracias a un mecanismo llamado evapotranspiración. Cuando hace calor, los vasos sanguíneos se dilatan, aumenta nuestro flujo de sangre y sudamos para refrescarnos. Con el frío, los vasos se contraen, el flujo sanguíneo disminuye y el cuerpo agita sus músculos para que entremos en calor.

Durante el verano, la humedad es el elemento principal que afectará a nuestra sudoración. A mayor humedad, más dificultades para evaporar el sudor, que permanece en la piel e impide regular nuestra temperatura. De ahí que en dos climas distintos suframos más el calor en zonas húmedas, pese a que la temperatura no sea tan alta como en las secas. Claro que subjetivamente, nosotros sentiremos que la temperatura sí es igual de elevada.

La humedad consiste en la cantidad de vapor de agua en el aire. Se considera una cantidad adecuada entre un 40% y un 70%. Nuestro estrato córneo, la capa más exterior de nuestra piel, se adaptará según esta fluctúe.

En un clima húmedo, nuestra piel es más propensa a la maceración y aparición de bacterias, así como de alérgenos que favorecen alergias y síntomas como el acné, la dermatitis, el prurito y el eccema. La combinación de humedad y calor también tapona los poros, excita las glándulas sebáceas e incrementa la cantidad de grasa en la piel.

En un clima seco también se puede dar un fenómeno de dermatitis por sequedad. En este caso experimentamos picores y nuestra piel se enrojecería en las zonas más expuestas.

Ambas situaciones pueden sorprendernos si aparecen sin que lo esperemos, como puede suceder si experimentamos los cambios bruscos de temperatura y humedad en el aire típicos de la primavera. Para ello, mejor estar prevenidos y seguir estos consejos prácticos.

En climas secos:

  • No abuses del aire acondicionado: incrementa la sequedad en la piel y los ojos al eliminar el agua del aire.
  • No te bañes con agua excesivamente caliente, también puede reseca la piel.
  • Utiliza cremas hidratantes y bebe varios vasos de agua al día para mantener el equilibrio de humedad en tu piel.

En climas húmedos:

  • Limpia tu cara  a menudo con toallitas, sobre todo después de sudar.
  • Limpia tus poros con exfoliantes faciales
  • Evita dejar tus esponjas empapadas después del baño. La mezcla de calor y humedad da lugar a la aparición de bacterias.

Finalmente, si compruebas estos cambios durante una temporada de cambios bruscos en el ambiente, no te preocupes. Pero si observas que un fenómeno nuevo en tu piel persiste, no dudes en acudir a tu dermatólogo en busca de consejo.

Fuente: AEDV