Por Mariela Gómez M.

¿Por qué se le conoce a Juan José Arreola? Quizás por el hombre que fue ambulante, cargador, impresor, cobrador y panadero para mantenerse. Tal vez por ser amigo de los escritores de la revista Taller como Octavio Paz, o de la revista Tierra Nueva  como José Luis Martínez y Alí Chumacero. Quizás por el escritor de Confabulario o La Feria. Quizás por haber sido director de La Casa del Lago. O por su manera histriónica al momento de declamar en los programas Poesía en voz alta. O por haber formado parte de la primera generación de becarios del Centro Mexicano de Escritores junto con Rubén Bonifaz Nuño y Emilio Carballido entre otros. También participó como actor radiofónico  de novelas en la XEW. Y fue corrector de pruebas en el Fondo de Cultura Económica.

¿Por qué se le recuerda? Por todo. Considerado como maestro de toda una generación de escritores como Vicente Leñero, José de la Colina o José Emilio Pacheco; la presencia de Arreola es clave no sólo por su aportación creativa, sino por su labor de promoción de nuevos escritores: en 1954 funda y dirige la colección Los presentes, donde se dan a conocer autores consagrados (Alfonso Reyes o Artemio del Valle) y nuevos (Carlos Fuentes, Elena Poniatowska), y donde se publica poesía, narrativa, teatro y ensayo. A finales de la década de los 50 Arreola funda Cuadernos y libros del unicornio, promueve a un grupo de escritores jóvenes( Beatriz Espejo, Eduardo Lizalde, Rubén Bonifaz Nuño, Elías Nandino, Sergio Pitol, entre otros).

“El último juglar” como lo apodó su hijo o “El árbol de palabras” como lo llamó Cortázar. Arreola estuvo empapado del mundo y de la realidad pero también supo dedicarse a la magia del teatro y la televisión. Tuvo el mayor interés en la literatura, en las palabras, en hablar en voz alta, en declamar, en construir conocimiento y transmitirlo. Hay un mundo real que nos muestra a través de la fantasía o hay fantasía en este mundo de la realidad:

El sapo

Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón.

Prensado en un bloque de lodo frío, el sapo se sumerge en el invierno como una lamentable crisálida. Se despierta en primavera, consciente de que ninguna metamorfosis se ha operado en él. Es más sapo que nunca, en su profunda desecación. Aguarda en silencio las primeras lluvias.

Y un buen día surge de la tierra blanda, pesado de humedad, henchido de savia rencorosa, como un corazón tirado al suelo. En su actitud de esfinge hay una secreta proposición de canje, y la fealdad del sapo aparece ante nosotros con una abrumadora cualidad de espejo. (Bestiario)

Fuentes:

http://www.materialdelectura.unam.mx/

http://escritores.cinemexicano.unam.mx/biografias/A/ARREOLA_juan_jose/biografia.html