Una mujer dará a luz tras ofrecerse como vientre de alquiler de su propia hija. Un sicólogo especialista cuenta las implicaciones emocionales de esta controvertida decisión.

Las extravagancias no son una cuestión exclusiva de aquellas parcelas más banales de la vida. De hecho, el testimonio de Julia Navarro es un claro ejemplo de que en la medicina también suceden casos originales y casi inverosímiles.

La mujer en cuestión, peruana de 58 años de edad y afincada en el estado de Utah, Estados Unidos, dará a luz  a una bebé que, al nacer, se convertirá en su hija y en su nieta al mismo tiempo. 

Julia Navarro tomó hace casi nueve meses una de las decisiones más complicadas de su vida que, por otra parte, posibilitaría a su hija, Lorena McKinnon, de 32 años de edad, y el marido de esta, Micah McKinnon, a ser padres de un hijo biológico.

En un alarde de altruismo, Navarro se ofreció como vientre de alquiler de ambos debido al costo que implica contratar en territorio estadounidense este tipo de servicio, que puede ascender a más de 60.000 dólares, un desembolso de dinero que no todo el mundo puede permitirse, como era el caso de los futuros padres. Por otro lado, Lorena había pasado ya por 13 abortos espontáneos y llevaba tres años sometiéndose a un tratamiento de fertilidad sin éxito.

“Al ver tantos fracasos de mi hija y ver la tristeza de ambos, me dije que yo probablemente podía ser una de las candidatas. Tras someterme a varios exámenes médicos, el doctor  nos confirmó que podía llevar el embrión en mi vientre”, expresó la futura madre-abuela al portal peruano RPP Noticias.

Para Paulo Daniel Acero Rodríguez, sicólogo de la Universidad Nacional y especialista en resolución de conflictos, este caso resulta extremadamente complejo desde el punto de vista sicológico. “En mi opinión, los futuros padres no han recibido una asesoría adecuada en lo que respecta a la elección de la madre de alquiler. El hecho de que quien va a concebir al hijo es un familiar va a hacer más complicada la relación entre ellos, así como el acto de renuncia, de desprendimiento del recién nacido por parte de la madre”, indica el doctor.

En una entrevista, esta vez para el periódico The Salt Lake Tribune, Lorena McKinnon aseguró que antes de tomar la decisión, pasaron por tres meses de asesoría para mentalizarse ante los acontecimientos que estaban a punto de suceder. “Los sicólogos querían asegurarse de que sabíamos en qué nos estábamos metiendo, que estuviéramos preparados emocionalmente”, declaró.

El parto de Navarro está programado para principios de febrero de este año. Será entonces cuando deberá comenzar otro tipo de acompañamiento sicológico específico para cada uno de los miembros de la familia, opina Acero Rodríguez. “Los padres deberán aceptar las consecuencias  de su decisión. Superar, asimismo, determinados complejos que puedan suscitarse a raíz de la relación que establezcan con el recién nacido, que es a la vez hermano e hijo de la madre”.

En cuanto a la abuela, “la implicación emocional es más compleja, ya que va a existir una convivencia entre esta y el recién nacido, algo que no sucede normalmente cuando se contrata un vientre de alquiler. Existe el riesgo de un posible trauma de separación, de ahí la importancia del acompañamiento sicológico posterior. La abuela deberá aprender a dirigirse al niño como nieto, y no como hijo”, explica el sicólogo.

Asimismo, y en palabras de Acero Rodríguez, los padres tendrán que hacer frente a esa verdad y trasladarla adecuadamente a su hijo cuando llegue el momento. Preparar al recién nacido a lo largo de su vida para que enfrente la decisión que ellos tomaron libremente sobre su concepción, socialmente impactante, por otro lado.

Fuente: FCS