Yulin, una provincia en China se debate entre la tradición cultural y la presión social para llevar a cabo un festival anual donde se come carne de perro. Una polémica que confronta temas como el activismo a favor de los animales y la hipocresía occidental sobre las costumbres alimentarias de diversas culturas.
Con el solsticio de verano, una presión global se abalanza sobre pequeños pueblos chinos que celebran el festival anual de la ingesta de perro. ¿Derechos de los animales, colonialismo cultural, globalización o hipocresía?
La campaña por tierra, mar y aire que en estas fechas se lanza contra el festival de la carne de perro en la ciudad china de Yulin se topó este año con un movimiento imprevisto por parte sus vecinos: para evitar a los activistas y periodistas, decidieron adelantar los preparativos. También los vendedores ambulantes y restaurantes que comercializan este producto legal trabajan estos días de forma encubierta para mitigar las protestas de los activistas de los derechos de los animales que desembarcan cada año en su ciudad. Según la tradición china, la carne de perro trae buena suerte y salud de cara al invierno, y los canes estofados se combinan con lichis y licor. Aunque la celebración de Yulin empezó en la década de los noventa, el perro forma parte del menú de este país desde tiempos inmemoriales. Así, año tras año la presión mediática ha ido en aumento, hasta el punto de que otras provincias como Zhejiang cancelaran en 2011 su festival a pesar de tratarse de una tradición local con siglos de antigüedad. Mala prensa Los activistas estiman que más de 10.000 perros son sacrificados para el festival. La protesta se hace llegar por varios frentes: el mediático (la cobertura que muestra las montañas de cadáveres o perros con mirada triste en jaulas, nunca las celebraciones populares), el online (a través de las campañas en plataformas de recogidas de firmas) y el jurídico, a través de cambios políticos sobre el terreno. A pesar de que la mayor parte de los perros procede de granjas y criaderos, es habitual que cada año aparezcan nuevos informes que alertan sobre el riesgo de salud pública, e incluso campañas que alertan de que muchos de estos perros son robados a sus dueños y envenenados con químicos tóxicos. China no tiene una ley de protección animal, pero hay expertos que afirman que el festival es ilegal. En 2009 se propuso un proyecto de ley para castigar a los vendedores de carne de gato o perro con multas de entre 10.000 yuanes (20 mil pesos) y 500.000 yuanes (140 mil pesos). Sin embargo, hasta la fecha el Congreso no se ha pronunciado. Toros, zorros, perros —La cobertura negativa está creciendo: se habla de actividades criminales, de cuestiones de higiene alimentaria y del temor a la rabia. Hay una división social entre los que están a favor y los que se están en contra del festival. En conjunto, el festival ha traído más publicidad negativa para Yulin que beneficios económicos” —dijo a Daily Mail Deng Yidan, activista de Animals Asia, que asegura que tradiciones como esta perjudican la imagen de China en el mundo. Resulta imposible no hallar paralelismos entre el consumo de carne de perro con las corridas de toros en España o la caza del zorro en Inglaterra. A medida que la clase media aumenta por el crecimiento económico del país, y en consecuencia el consumo y los viajes, el interés por las tendencias extranjeras crece: los perros como mascotas fueron prohibidos durante la Revolución Cultural, pero cada vez son más los chinos que se apuntan a la costumbre occidental como parte de la globalización del consumo derivada de la transformación cultural. En 2011 algunos activistas chinos detuvieron un camión de transporte de perros y pagaron 17.000 yuanes para liberarlos. Igualmente han aumentado las campañas de Weibo, el Twitter chino, que buscan la criminalización del consumo de carne de perro y la concienciación entre los ciudadanos de las provincias más pobres. Este año, además de peticiones colectivas, rescates de cachorros y posts opinativos, muchas celebridades se han unido a la protesta contra el festival de Yulin. Es el caso de la actriz Sun Li, que subió fotos de su hijo con un perro callejero adoptado, o la cantante Yang Mi, que publicó un cartel en una fotografía que se volvió viral, y que muestra un perro derramando una lágrima roja con el texto: “Por favor, no nos coman. Somos sus amigos”. Carnismo: la hipocresía omnívora La presión es tal que el gobierno de Yulin se ha lavado las manos del banquete con comunicados que afirman que la celebración no está oficialmente aprobada, e incluso ha negado su existencia. Según ellos, se trata de una costumbre que llevan a cabo un grupo reducido de empresas y personas. Más allá del debate natural entre los ciudadanos chinos a medida que el país se transforma, y de los activistas que continuamente trabajan por la liberación de los derechos animales, resulta llamativa la sorpresa eventual por parte de ciudadanos procedentes de países donde se celebran festivales de la salchicha y barbacoas multitudinarias, y señalan a estas comunidades como si fueran caníbales. En este sentido, el concepto de carnismo denuncia el sistema de creencias mediante el cual vemos normal alimentarnos a base de unos animales y como una crueldad hacerlo con otros, y viene a recordarnos que hay mucho de cultural en nuestros hábitos alimentarios. Fue Melanie Joy, profesora de Psicología y Sociología en la Universidad de Massachussetts, quien dio a conocer el concepto a través de un libro titulado Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas (Plaza y Valdés). En la polémica sobre el festival de la carne de perro de Yulin se reúnen temas como la globalización, el activismo contra la industria cárnica, el nuevo mercado de las mascotas en un gigante económico como China y la hipocresía occidental respecto a las costumbres alimentarias diversas según culturas. En este solsticio, una festividad gastronómica deteriora la imagen de China. Incluso por encima de la pena de muerte.
Fuente: Play Ground