Precalentamientos, vals y danza en parejas. Todas rutinas típicas de conservatorios de artes escénicas como la Escuela Juilliard en Manhattan. Varios estudiantes las representarán en diversos escenarios alrededor del mundo, contorsionando sus cuerpos en formas aparentemente imposibles. El potencial humano llevado al límite.
Pero los lunes por la tarde Juilliard recibe a una raza diferente de bailarines. Sus cuerpos son más lentos y menos flexibles y sus movimientos no destacan por la fluidez. Sin embargo, ejecutan cada gesto con determinación y sus rostros brillan con la frescura muchas veces olvidada por los profesionales.
Estos bailarines padecen el mal de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo crónico difícil de ocultar. Las sacudidas pueden empezar en la mano y convertirse de a poco en espasmos incontrolables. Con la complicación de los movimientos y del habla, aquellos que padecen esta enfermedad suelen además sentirse aislados.
¿Un posible remedio? Para el Grupo Parkinson de Brooklyn y la afamada compañía de baile Mark Morris, la danza era el ingrediente que faltaba. Ambos grupos se unieron en 2001 para formar Dance for PD, una organización sin fines de lucro que ofrece clases de baile gratuitas a personas con Parkinson. Allí, los participantes realizan desde ejercicios sentados hasta más complejas combinaciones utilizando sillas para apoyarse y secuencias que requieren que se desplacen a través de la sala.
Los beneficios prácticos de la clase son muchos. En principio, los participantes aseguran notar mejoras en cuestiones como el control muscular y la postura. Pero David Leventhal, cofundador y director de Dance for PD, enfatiza el sentido artístico y comunitario de la clase, dos elementos que no suelen formar parte de las terapias.
“La danza les permite a las personas pensar sus movimientos en formas menos mecánicas y utilizar más la imaginación”, dice Leventhal. “En terapia, a veces solo trabajas en una tara muy específica, como levantar el brazo o el pie. En las clases de baile levantamos los brazos o los pies, pero lo hacemos dentro un contexto mayor”, agrega.
“Lo llamo ‘Señor Parky’, mi títere interno”, ríe Andrew Thomas, participante de Dance for PD, refiriéndose al temblor que sufre en su mano derecha. Compositor, director de orquesta, pianista e instructor musical con 43 años de experiencia en Juilliard, Thomas ha tenido una notable trayectoria en el mundo de las artes escénicas. Es, además, un conocedor de los movimientos ligeros y los rápidos gestos de mano. Pero cuando en 2010 los médicos lo diagnosticaron con Parkinson, el valor de su experiencia se volvió todavía más tangible.
“Al hacer música y bailar involucramos el cerebro”, indica Thomas. “Las conexiones neuronales permiten que las actividades se realicen. Si permanezco sentado y aletargado, me deterioraré”, asegura.
Esta correlación positive entre la danza y la regeneración cerebral ha llamado la atención de los neurocientíficos. En septiembre, un proyecto de investigación desarrollado por la Escuela Nacional de Ballet de Canadá y científicos de dos universidades de Ontario utilizarán resonancias magnéticas para estudiar los efectos del proceso de aprendizaje de baile en personas con Parkinson. Paralelamente, estudiantes de la Universidad de Columbia visitaron las clases de Dance for PD para investigar nuevos métodos de tratamiento que no incluyan medicación.
Mientras los investigadores apenas están comenzando a explorar la mecánica de este programa, Dance for PD sigue siendo bien recibido por la comunidad de enfermos de Parkinson. Desde sus orígenes en Nueva York, Dance for PD se ha expandido a más de 100 programas hermanos en Estados Unidos y el extranjero.
“La primera vez que vine a la clase, cerca del final de la misma, me largué a llorar porque vi que había gente que no podía mantenerse de pie. Podían hacer pequeñas cosas con su cabeza, pero nada más. Pero no fueron lágrimas de dolor o compasión. Estaba tocado por su coraje, por haber venido, por estar aquí y demostrarlo con sus presencia y sus cuerpos”, recuerda Thomas.
Según Leventhal, Dance for PD apenas está comenzando en su misión por fortalecer a las personas con Parkinson “como bailarines, estudiantes, aprendices de la vida y artistas”.
“La innovación”, dice Leventhal “fue tanto aquella chispa inicial como todo lo que sigue en curso: la conversación, la exploración y la creación de lo que es este programa y todo lo que puede ser”.
CNN