Es el centro espiritual por antonomasia de los rastafaris, defendido a punta de activismo por una de las caras emblemáticas de este movimiento religioso, social y artístico que salió de Jamaica al mundo.
La meca en cuestión es el primer lugar donde se asentó la comunidad rasta, allá por la década de 1930. Y la que está llevando adelante una enardecida campaña para lograr protegerla es nada menos que la nieta del músico icónico del movimiento, Bob Marley.
Donisha Prendergast -hija de Sharon Marley, la mayor de las hijas de Bob- se decidió a ocupar un “tabernáculo”, como se conoce al lugar de culto y devoción de la comunidad, cerca de la aldea que estableció Leonard P. Howell, uno de los fundadores del movimiento, hace casi 80 años.
No se trata de un tabernáculo cualquiera, sino del primigenio: el sitio original, en la zona centroriental de Jamaica, donde los rastafaris fueron una comunidad de más de 4.500 residentes en su momento de máximo esplendor, en los años 40 y 50. Fue también el refugio seguro en el que se escondieron para escapar de las persecuciones de las autoridades coloniales británicas en la isla.
Por esta “tierra santa” la nieta de Marley está en pie de guerra. La acompañan otros cultores de la fe rastafari y, con la campaña en marcha, buscan que la propiedad quede en manos de la familia de Howell y de sus discípulos.
Terreno sagrado
El terreno en disputa, en la cima de una colina llamada El Pináculo, está ubicado al oeste de la capital de Jamaica, Kingston, y cerca de la localidad de Sligoville.
Allí, según reportó el periódico local Jamaica Gleaner, se erigió alguna vez una casa con una vista de 360 grados “que es para morirse”. Hoy queda poco menos que una caseta de chapas y una choza de madera y techo de paja.
En esa colina y los terrenos aledaños fue donde Howell estableció la primera de las aldeas rastafaris en Jamaica, concebidas como refugio espiritual y bajo un principio de autosuficiencia operativa. Allí se forjó el mantra de la unicidad que define el ser rasta: el “yo y el yo”, que habla de la presencia del Dios en cada hombre, y viceceversa.
Como bandera, el rojo, el verde y el amarillo emblemáticos del movimiento, que fue en gran medida una respuesta a la opresión colonial sobre la población negra de la isla.
Howell, un párroco anglicano nacido en 1898, fue una de sus figuras fundantes, a quien apodaban “The Gong” y muchos consideran como “el primer rasta”.
Sus prédicas, junto a las de Joseph Hibbert y Archibald Dunkley, definieron los fundamentos de esta espiritualidad inspirada en elementos afro y cristianos, a partir de los escritos del Antiguo Testamento, y considerada más un estilo de vida que una religión en sentido estricto.
“Howell se convirtió en el maestro de mayor éxito de la doctrina rastafari. Organizó a la comunidad negra para que estuviera orgullosa de la herencia y la cultura, tuviera sus propios bancos de dinero, fuera automotivada, autosuficiente, creando un espacio para que triunfen las economías negras y para mantener en alto el valor de la educación… Él decía: ‘La doctrina del hombre blanco ha obligado al hombre negro a vivir en la desgracia y a morir en el deshonor'”, expresó Barbara Blake Hannah, autora, en 2008, de un artículo académico sobre la historia del Pináculo.
¿En qué creen los rastafaris?
El movimiento rastafari es una religión joven, desarrollada a partir de la coronación, en 1930, de Haile Selassie I como emperador de Etiopía, que es considerado Dios y mesías en la Tierra.
Los fieles sostienen que él llevará de regreso a África a los miembros de la comunidad negra obligados a vivir en el exilio como consecuencia del colonialismo y el tráfico de esclavos.
La teología rasta se desarrolló a partir de las ideas de Marcus Garvey, un activista político que quería mejorar las condiciones de sus compañeros de raza.
A partir de los años 70, se difundió notoriamente por el mundo por el éxito de la música de Bob Marley (en la foto).
En la práctica, sus ceremonias tienen un importante componente musical, promueven la meditación y creen en la ampliación de la conciencia mediante el consumo de sustancias como la marihuana.
No beben alcohol y tiene estrictas pautas alimenticias. También se distinguen por el uso de trenzas, llamadas dreadlocks o rastas, ya que tienen prohibido cortarse el cabello.
Han sido criticados por posturas homofóbicas o por postular la supremacía de la raza negra.
Se considera que hay un millón adherentes a esta fe en el planeta; 25.000 en Jamaica.
En esa villa llegaron a vivir más de 4.500 personas, hasta que fue destruida por completo en 1953 en una redada de las autoridades británicas regentes en la isla y Howell se quedó sin lugar donde vivir. Murió de hecho en una cueva cercana, 28 años más tarde, con su casa aún en ruinas.
Bajo esas ruinas está el tabernáculo en disputa.
La nieta en armas
No cabe duda que Donisha Prendergast, la mayor de las nietas de Bob Marley, mamó la filosofía rastafari desde la cuna.
Además de la música que lo convirtió en ícono sin tiempo -ese reggae de inconfundible cadencia-, el artista fue el principal portavoz global de su espiritualidad.
Nesta Robert Marley –tal su nombre completo-, junto a su banda The Wailers, le imprimió un sello al reggae como género, tanto en la musicalidad como en su estilo vocal, al punto de dejarlo por siempre atado a su nombre.
Tocó con ellos por más de diez años, hasta 1974, cuando inició una carrera de solista y, a lo largo del camino, su adhesión a la fe rasta –empezando por el culto a Haile Selassie I, emperador de Etiopía, y siguiendo por el uso de la marihuana como un medio espiritual- marcó a fuego su trabajo.
Su nieta Donisha, de 29 años, es hija de Sharon, una hija adoptiva de la estrella musical que había nacido, en realidad, en un matrimonio anterior de la mujer de Marley, Rita, seguidora a pie juntillas del estilo de vida rastafari.
Cuando Bob y Rita se unieron, Sharon pasó a llevar el apellido Marley, como otros de sus hermanos: en total 14, según la biografía más aceptada del artista, aunque muchos sugieren que fue padre de varios más.
“No nos vamos a ninguna parte. Uno por uno vamos a ir llenando este sitio, vamos a acampar aquí y a pedirles que razonen”, dijo Prendergast a la prensa durante la ocupación del “santuario”.
Los rastafaris no tienen título de propiedad de El Pináculo, pero alegan que tienen derecho de uso por la conexión histórica y cultural del movimiento con esas tierras.
Una porción equivalente a un lote, de algo más de 1.000 metros cuadrados, fue declarada monumento nacional en septiembre pasado, pero la campaña busca lograr que toda la zona –esto es, cinco lotes más- sea preservada.
Casas a la venta
Y la controversia no es nueva: ya los descendientes de Howell han llevado adelante una batalla judicial contra los desarrolladores locales -los dueños legalmente reconocidos ante las autoridades jamaiquinas- que planean construir viviendas en el lugar.
La empresa St. Jago Development compró El Pináculo en 1989, para descubrir luego la carga simbólica que tenía para el movimiento rastafari.
“Venga a St. Jago y experimente la conveniencia de la vida suburbana al pie de una colina”, dice la compañía en el sitio web donde promueve la venta de sus parcelas.
En distintos sectores de la sociedad jamaiquina, muchos mantienen que deben respetarse esos contratos.
“No hay ningún reclamo que la comunidad rastafari pueda hacer en El Pináculo”, opinó el columnista del periódico Jamaica Observer Louis Moyston.
“Aquellos que están induciendo al error en el rebaño son egoístas peligrosos que hacen afirmaciones sobre asuntos de los que no tienen ningún conocimiento. Los actuales propietarios de El Pináculo tienen que negociar con el gobierno, y con nadie más, lo que respecta a convertir este tierra en patrimonio nacional”, agregó el periodista.
Sin tierra para los negros
Pero Monty Howell, hijo del líder rastafari, asegura que los documentos que probaban el derecho a la propiedad de su familia sobre esas tierras fueron destruidos en la década de 1940 por las autoridades coloniales, por entonces al frente de la isla caribeña, por considerar que era “presuntuoso” de parte de Howell reclamarlas.
“Ninguna persona de raza negra en Jamaica era dueña de propiedades (en la época) que pudieran compararse con El Pináculo”, expresó Howell hijo al mismo Observer.
La ocupación, que se inició el fin de semana y ha ido creciendo gradualmente, promete ser “continua”, según anticipan los activistas rastafaris encabezados por Donisha Prendergast.
Y con inspiración en el movimiento Occupy Wall Street, se han encargado de azuzar las redes sociales con el hashtag #OccupyPinnacle y con consignas de replicar la campaña de apoyo en todo lugar del mundo donde haya rastafaris.
En tanto, el caso llegará a la corte jamaiquina en las próximas semanas, donde se espera se celebre una audiencia con los reclamos de las partes.