Brasil fue, es y será el poderoso a vencer, por eso nuevamente se ha apostado por ellos para alcanzar el sexto cetro mundial en su historia, ante una exigente afición brasileña que no dudó en responsabilizar al seleccionador Mano Menezes del fracaso de ese 11 de agosto de 2012 en Inglaterra.

Como había sido habitual en las confrontaciones que antecedieron a la más reciente Copa Confederaciones, Brasil cayó de su pedestal al ser derrotado por México en la final de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, con un cuadro del que se esperaba más, por sus jugadores experimentados y de alta calidad como Thiago Silva, Alexandre Pato, Marcelo, Óscar, Neymar y “Hulk”.

Su anterior antecedente en la rendición negativa de cuentas lo tuvo un año antes, cuando la “verdeamarela”, de todos tan querida, fue eliminada en cuartos de final de la Copa América, y de más está decir que, dos caídas de esas dimensiones, resultaban intolerables para millones de “torcedores”.

No solamente ellos son los jueces implacables o complacientes que, según los números, reparten castigos y premios, sino además la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), habituada a compartir ese tipo de preocupaciones con los integrantes del Comité Organizador de la XX Copa FIFA de 2014.

Con conflictos sociales y económicos no resueltos y la creación de la Fuerza Nacional de Seguridad Pública (FNSP) para contener las posibles protestas durante el evento mundialista, hasta el gobierno de Dilma Rousseff –que aún en 2010 disfrutaba del “Brazil moment” por el avance de la economía heredado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva- padeció los malos resultados del equipo nacional.

El encargado de amargar una relativamente buena marcha para los alumnos de Menezes durante el torneo olímpico fue el mexicano Oribe Peralta, héroe de la jornada final londinense al marcar en los minutos 28 y 75.

Ese par de goles sepultaron a un Brasil que, en la agonía del juego, marcó su único tanto por conducto de Givanildo “Hulk” Viera, quien se gana la vida en el Zenit de San Petersburgo, Rusia.

Los pesares de Brasil entre la Copa del Mundo de 2010 y los Juegos Olímpicos de Londres se iniciaron al llegar el fatídico quinto partido en Sudáfrica, el 2 de julio de ese año en Port Elizabeth, cuando Holanda eliminó 2-1 al equipo que entrenaba Carlos Bledorn “Dunga”, capitán de la selección campeona del mundo en 1994, luego de una aceptable actuación en octavos y cuartos de final.

En Sudáfrica hubo victorias ante Corea del Norte (2-1), Costa de Marfil (3-1) y Chile (3-0); empate (0-0) con Portugal, y la derrota ante Holanda, que resultó finalista para caer 1-0 frente a España, que se coronó con un solitario gol de Andrés Iniesta.

El goleador brasileño fue Luis Fabiano, con magros tres tantos, seguido de Elano, “Robinho”, Maicon y Juan, con uno cada quien, totalizando nueve goles, cuota misérrima si nos atenemos a las cifras contundentes de otras ocasiones.

Uruguay lavó la honra latinoamericana con un cuarto lugar, después de España, Holanda y Alemania y, de entre los brasileños de entonces, sobreviven con apariciones eventuales, Júlio César, Thiago Silva y Dani Alves.

De los restantes veinte poco se sabe, se han retirado o están prácticamente borrados de la actual lista de Luiz Felipe Scolari, quien ha recurrido a una generación juvenil y renovada, que ha evitado dar penas en los escenarios nacionales e internacionales.

Las derrotas de Sudáfrica y Londres obligaron a la salida de “Dunga” y Menezes, dando paso a “Felipao”, técnico que llevó a Brasil a ganar la Copa del Mundo de Corea-Japón en 2002, quien reasumió el cargo el 29 de noviembre de 2013, estrenándose con una derrota por 2-1 ante Inglaterra.

“Contra equipos fuertes –se justificó- podremos desarrollar nuestro estilo y desarrollar nuestra capacidad. Mejoraremos por etapas y llegaremos fuertes al Campeonato Mundial. Nuestro juego sigue una línea estable. Hemos sabido mantener la posesión de la pelota”.

Scolari hizo que se recuperara la confianza y, un juego importante para reflexionar, fue el triunfo por 3-0 ante Francia, en vísperas del debut brasileño en la Copa Confederaciones, que abrió imponiéndose con igual marcador a Japón en Brasilia.

La competencia, en la que también participaron España, Uruguay, Italia, México, Tahití, Argentina y Nigeria, sirvió a esos equipos para medir su nivel antes de 2014, traduciéndose en un ensayo general para efectos más que prácticos.

Scolari fue encontrando el equipo ideal en las personas de Jo, Fred y Dante, sus nuevos relevos, encargados de ser protagonistas de buenas actuaciones en los triunfos sobre México, Italia y España, el monarca mundial que acumulaba 29 partidos invicto, con una demostración tan convincente que las prensa lanzó elogios favorables.

“A Seleçao voltou” (La Selección volvió), fueron las tres palabras mágicas y unánimes, convertidas en esperanza para un mejor futuro, con un estilo definido, un buen equipo, un técnico capaz y una ilusión por delante.

Río de Janeiro, 4 Mar (Notimex).