No puedo negar que sufrí cuando mi ex decidió que ya no era compatible en su vida. Probablemente no sufrí por horas, más bien fueron un par de semanas y juré que lo odiaba, que mi vida terminaría. Y al final, me di cuenta que ni morí ni lo odiaba; al contrario, tenía muchas cosas que agradecerle.
1. Me abrió los ojos. Suele ser bastante difícil darte cuenta del poco interés de tu pareja y yo tardé bastante en darme cuenta de que ya no lo hacía feliz. Me engañé con la falsa idea de que la falta de mensajes y las pocas ganas de querer verme eran completamente normales y que debía darle su espacio. Pero no era así, la verdad es que esto del interés en las parejas es fácil: si no te busca, es porque no le interesas.
2. Me motivó. Entre todos los intentos fallidos que intenté para distraerme, comencé a preocuparme por mi. Me inscribí al gym y empecé a hacer dieta. Compré un nuevo guardarropa y fui al estilista por un nuevo corte de cabello. Todo esto gracias a la más grande motivación que alguien pudiera tener: volver a encontrarse con su ex y verse espectacular. Jamás lo volví a ver, pero mi nuevo estilo de vida nunca se fue.
3. Toqué fondo. Parte de ser feliz es darte cuenta que eres genuinamente feliz. Y para eso, primero tienes que sentirte en el fondo de una piscina de tristeza. Cuando él se fue y fui verdaderamente triste, entonces comencé a darme cuenta cuando era extremadamente feliz.
4. Regresé a mi vida. Porque me había perdido en la nuestra. Todo giraba alrededor de él; mensajes, tiempo, planes, etc. Por una milésima de segundo, olvidé a mis amigos, mi familia y mi tiempo. Y cuando él se fue, mi vida regresó a su perfecto equilibrio con amigos, familia y hasta tiempo para mí.
5. Aprendí. A no volver a cometer los mismos errores. Sufrí tanto, me dolió tanto, que decidí que la próxima vez que conociera a alguien que quisiera entrar a mi vida, me tomaría mi tiempo, mi espacio y respetaría mi integridad. Así, no perdería de vista lo que yo busco en una pareja y no me conformaría por menos.
