Hay mil maneras de decir “Te amo”. Y también hay mil maneras de escribirlo.
El trabajo de Alassane Maiga es elegir la más adecuada para cada cliente.
Él es uno de los diez escribanos públicos que se pueden encontrar sentados afuera La Grande Poste, la principal oficina de correos de Mali, en la capital, Bamako.
En un país con un 70% de analfabetismo, no es inusual que el ciudadano promedio requiera de quienes ejercen este oficio para ayudarlos a llenar formularios, realizar trámites y enviar cartas.
Y es precisamente durante esta semana, la segunda de febrero, cuando el negocio de Maiga y sus colegas se mueve más.
“El día de San Valentín es cuando todo nuestro trabajo rinde sus frutos”, le cuenta el escriba a Alex Duval, periodista del programa de radio Outlook.
De direcciones a poemas
Bamako es lo suficientemente grande -y su población lo suficientemente romántica- como para mantener a los escribas despiertos casi las 24 horas del día la semana previa a San Valentín.
Trabajan hasta en la madrugada y solo duermen entre cliente y cliente, muchas veces en las mismas escaleras de la oficina de correos.
Además de los innumerables paquetes a los que deben ponerle direcciones y las incontables tarjetas adornadas con algún “Mon Amour ” o ” Je t’aime “, Maiga tiene que encontrar tiempo para la obra maestra del arte del escriba: el poema de amor.
Por el módico precio de 2.000 francos malienses (unos US$4), los enamorados acceden a este pedazo de literatura urbana, cuatro veces el precio o una carta normal.
Y es que al igual que las flores, las palabras son más caras en esta época del año.
Un producto “a medida”
Pero una carta de amor no es algo que pueda seguir un formato que le calce a todos.
Maiga tiene que analizar la naturaleza y magnitud de cada pasión -básicamente, “¿de qué clase de amor estamos hablando?”- y evaluar la situación.
¿Tiene que atraer, seducir o encantar? ¿O es una manera de pedir disculpas tras una discusión? ¿Está destinada a un compañero de trabajo o un amante?
Pero quizás lo más importante es que necesita ser hecha a la medida del cliente. En otras palabras, sonar como él -o ella- sonaría.
¿Es un tipo de intelectual, literario o va directo al grano? ¿Audaz o romántico? “Tenemos que ponernos en sus zapatos”, dice Maiga, y agrega que a veces también escribe para mujeres.
Y aunque admite que para algunos de sus colegas instalados fuera de la oficina de correos, escribir cartas es sólo un trabajo, su experiencia de 15 años le ha hecho tomarse muy en serio su papel como intermediario.
“Mi objetivo “, dice, “es servir a los demás”.