Mucho antes de las 9 de la mañana, la blanca iglesia ya está casi repleta. Es domingo. Estamos en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, en el sur de México.

El ámbito en el Templo de la Caridad es silencioso, pero extrañamente festivo. Quizá por los coloridos atuendos indígenas.

Tal vez sean las guitarras o el acordeón que resuella cerca del altar labrado en madera, donde Juan Gómez Gómez -un indígena tzotzil que lleva un chaleco de vellón que le da un aire de Juan Bautista de cuadro renacentista- se prepara para la eucaristía.

A las 9 en punto ingresa por la nave central el obispo Enrique Diaz. Porta mitra y cayado. Saluda a algunos feligreses y luego entona una alabanza en idioma totzil. Toda la congregación se une al cántico.

Estamos asistiendo a una ceremonia de siglos en una lengua milenaria. Sin embargo, hace sólo tres meses que la Iglesia Católica reconoció oficialmente las misas en tzotzil.

El idioma natural

La cuidadora de la iglesia, una anciana indígena diminuta y arrugada cual pasa, nos ha seguido con ojo desconfiado desde que llegamos.

De entrada, no acepta tener llaves de la puerta que conduce a un balcón desde el cual se podrían hacer unas buenas tomas.

Luego, cuando entramos a un cuarto adjunto al altar, donde el obispo se prepara para celebrar la misa, se nos acerca para decirnos que está prohibido ingresar allí.

Cuando el obispo intercede por nosotros, la anciana lo mira con duda y en esa fabulosa manera que tienen algunos indígenas de expresarse en español, le pregunta si él es en realidad obispo o un simple padre.

El obispo la mira con resignación y le dice algo en totzil. No muy convencida, la anciana se retira, murmurando algo.

El tzotzil es el idioma natural de este lugar. Más tarde, el obispo Enrique Díaz nos explica que lo que El Vaticano aprobó en octubre pasado es una versión consolidada de la eucaristía en idiomas tzotzil y tzenztal, pues hasta entonces cada persona que la celebraba hacía su traducción particular.

“Se dio un reconocimiento oficial a las fórmulas sacramentales. Es un proceso muy largo. Hay sacerdotes que tienen 40, 50 años en la diócesis y que han ido, poco a poco, haciendo ese camino, primero de aprender la lengua, pero luego de traducir no solo literamente sino el sentido de los sacramentos”.

“No es una traducción a la ligera, sino un estudio profundo para darle el sentido que tienen las palabras litúrgicas, la Biblia pero tambié la expresión de un pueblo muy religioso”.

Lo que vamos a ver, advierte, es una versión reducida: en las comunidades las eucaristías pueden durar hasta cinco horas, e incluyen ofrendas y bailes.

Politización

Aunque la traducción oficial sólo fue refrendada hace tres meses, las misas en tzotzil se han celebrado por años.

Pero las misas en idiomas indígenas se han celebrado por décadas en lo profundo de las montañas y selvas de Chiapas. Tuvieron especial impulso cuando fue obispo Samuel Ruiz (1959-1999), un defensor de las ideas de la teología de liberación y de los indígenas.

Su obispado coincidió con el Concilio Vaticano II, quizá la última gran renovación de la Iglesia Católica, y que permitió que se realizara la misa en lenguas vernáculas.

En Chiapas, través de los catequistas también llegó la politización. Para la periodista Concepción Villafuerte, quien lleva décadas ejerciendo su oficio en la región, el mero mensaje bíblico de “todos somos iguales” era revolucionario por la situación en que se encontraban los indígenas.

Aunque de alguna manera, es un mensaje que ha flotado por siglos en la zona: San Bartolomé de las Casas, el “protector universal de los indios de Indias” fue obispo de Chiapas por dos años a mediados del siglo XVI, con el encargo especial de llevar a la práctica sus ideas. San Cristóbal lleva ese nombre en su honor.

El grado de organización natural de las comunidades indígenas, al lado la concientización alcanzada con los catequistas (muchos de ellos indígenas) fue un terreno fértil, por ejemplo, para el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que se levantó en armas en este lugar en enero de 1994.

Idiomas indígenas en Chiapas

Chiapas -que durante la Colonia formó parte de la Capitanía General de Guatemala- es uno de los estados con más presencia indígena en México.

Tiene diez etnias diferentes, La mayoría pertenecientes a la cultura maya: lacandones, tojolabales, choles, tzeltales, tzotziles jacaltecos, kanjobales, mames, mochos, zoques y motocintlecos.

Se cree que cerca del 30% de la población habla alguna lengua indígena.

Ahora, el trabajo catequista continúa incesante en la región, pero ya no es tan enfocado hacia la política.

Y aunque se retiró de la zona en 1999 y murió en 2011, el obispo Samuel Ruiz es recordado con cariño y añoranza en Chiapas. Quienes me hablaron siempre se referían a él como Tatic (padre, en tzotzil).

Los primeros cristianos

En el Templo de la Caridad, la misa en tzotzil continúa. Aquí y allá se pueden identificar palabras en español: Jesucristo, obispo, diócesis.

Algunas niñas, que llevan hermosos vestidos de color morado, se disponen a hacer la primera comunión. Varios hombres -entre ellos algunos de edad avanzada- van a confirmarse.

Para quien haya crecido dentro de los ritos de la religión católica es posible seguir la ceremonia por sus ritmos y algunos de sus cantos.

Sin embargo, en un momento dado, antes de la lectura de los Evangelios, Juan Gómez toma la palabra. Su voz es dramática. Alcanzo a distinguir los vocablos castellanos ‘domingo’, ‘Dios’, ‘palabra’.

De entre la feligresía se levanta un vocinglerío. Algunos empiezan a sollozar. Es estremecedor. “Así -me digo- debieron ser las ceremonias de los primeros cristianos en las catacumbas”.

Juan Gómez, quien estudia para ser sacerdote, ayuda en las misas.

Algunos niños juegan a su antojo por toda la iglesia. Nadie los regaña, pero todos mantienen un ojo vigilante en ellos. En una nave lateral, una mujer indígena se para frente a un santo de tez oscura. Se queda allí por más de media hora, hablándole en murmullos. De vez en cuando hace reverencias.

Después de la misa, que duró casi dos horas, sentados en una de las bancas de madera -mientras un grupo de hombres y mujeres limpia la iglesia y la deja impecable- Juan nos explica lo que significa para su pueblo celebrar la misa en su idioma:

“Si todo vamos a una misa en español, ¡no entendemos nada, pues! Vamos a ir a dormir más bien. Ahora la comunidad está creciendo, se está aumentando”.

La anciana cuidandera regaña a algunos de los niños que están arrastrádose por el piso. Luego se me acerca y con tono esperanzado me pregunta: “¿Ya terminaste, ya?”.

A la salida, una de las madrinas de primera comunión me explica que escuchar y celebrar la misa en su propio idioma la hace sentir que Dios está más cerca.

En tzotzil, amén se dice sechuk.

(BBC)