Que el pintor Tim Vermeulen (1960) enmarque sus cuadros con molduras de pan de oro no es una capricho de artista. “Quiero que parezcan piezas de un altar”, dice este admirador confeso de los maestros flamencos y el arte religioso que creció en la funeraria paterna y sufrió una educación basada en el “estricto calvinismo” que predica la depravación total de la raza humana tras la caída de Adán y la imposibilidad de salvación individual, ya que somos incapaces de creer en dios por nosotros mismos.
Fotogalería Displaced 7 Fotos Tim Vermeulen, pintor de la culpa y el pecado En uno de los cuadros de Vermeulen, The Animal Realm (El reino animal), dos perros fornican mientras un hombre, de espaldas al espectador y con un tatuaje de Virgen María ocupando toda la espalda, sostiene un martillo de demolición con el que acaba de decapitar una estatua de Buda; en otro, The Human Realm (El reino humano), un perverso niño enmascarado hace volar una cometa en un cementerio nevado, flanqueado por una iglesia y las torres de una humeante central térmica; en un tercero, The Realm of the Hungry Ghosts (El reino de los fantasmas hambrientos), dos hombres con máscaras de lucha libre pelean en un cuarto con las paredes repletas de relojes…
Pequeños y en óleo sobre madera
Las tres piezas, todas de pequeñas dimensiones y pintadas al óleo sobre madera —otra señal de devoción por el arte flamenco—, pertenecen a la serie de este año The Realms of Existence (Los reinos de la existencia), donde Vermeulen intenta articular sus emociones, que no siempre son claras ni positivas. Los cuadros, junto con una selección de obras anteriores del artista, están expuestos hasta el 15 de abril en la Galería George Billins de Nueva York.
Vivo en un mundo de contradicciones, polaridades y paradojas El temario de este artista complejo —pinta muy lentamente, con capas superpuestas de pintura, también en el estilo de los flamencos— está cargado de simbolismo y alegóricas que forman, según él mismo explica, “una caótica red de emociones e ideas que es a la vez profundamente personal y también sobre nuestra condición universal”. Junto con referencias literarias a autores clásicos como Dante y Homero o a Melville —hizo en 2010 una serie completa dedicada a Moby Dick—, Vermeulen navega siempre en “un mundo de contradicciones, polaridades y paradojas” donde la culpa y el pecado son palpables, porque sus temas favoritos son “la religión y la muerte”.
“Lucha libre para el autodescubrimiento”
Los cuadros de personajes perdidos en situaciones irracionales son “parte de un proceso de lucha libre para el autodescubrimiento”, añade el pintor al hablar de los seres absortos y sin destino que pueblan la obra. Sin embargo, el artista no se considera especial: “Soy como cualquiera. La inspiración llega de mi paso, de mi presente y de mis sueños (…) Todos tenemos una morgue en el sótano”.
Adora a los perros y trabaja como voluntario en un refugio de animales Un motivo al que recurre con frecuencia son los perros, a los que adora, sobre todo a los bulldogs. En su hogar de Chicago tiene a varios, acoge a muchos más procedentes de refugios y dedica veinte horas a la semana en trabajar como voluntarios en una asociación de ayuda y refugio para animales abandonados.