Hacia la consolidación de la Alianza del Pacífico, la experiencia mexicana enseña que el libre comercio no sustituye a las reformas que cada país debe hacer para modernizar la economía, afirmó el académico y político mexicano Otto Granados.

“El esfuerzo de liberalización comercial debe ir acompañado de una transición productiva de tal naturaleza que permita competir con otras regiones cuya economía genera bienes y servicios de alta tecnología, mayor valor agregado e innovación, anotó.

Apuntó que de esta forma, no solo la Alianza del Pacífico sino, en buena medida, también América Latina podrá asegurarse una posición más competitiva en el mundo del Siglo XXI.

El profesor de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey recordó que cuando México firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos y Canadá (TLCAN) se propuso básicamente tres objetivos.

Señaló que el primero fue promover el acceso creciente de exportaciones mexicanas a Estados Unidos, mientras que el segundo, establecer un mecanismo atractivo para la inversión extranjera y generar más y mejores empleos.

“El tercero, apoyar la estabilidad macroeconómica del país y si se mide concretamente en función de estos objetivos, el TLCAN ha sido exitoso para México”, aseveró.

Citó que en primer lugar, el comercio exterior mexicano aumentó en 540 por ciento como consecuencia de que las exportaciones lo hicieran en 614 por ciento y las importaciones en 467 por ciento.

El segundo elemento es que esa apertura modificó sustancialmente la composición de las exportaciones.

Precisó que en 1985, México tenía un sector exportador muy localizado en materias primas, petróleo, hidrocarburos y minerales, que representaban el 57 por ciento del total, lo que entre otras cosas desalentó en el país la diversificación industrial y manufacturera y una mayor competencia.

Sin embargo, el TLCAN ayudó a invertir esa composición, pues para 2013, el 79 por ciento de las exportaciones mexicanas eran ya manufacturas, 6 por ciento exportaciones agrícolas y 15 por ciento productos petrolíferos y mineros.

Granados detalló que el tercer objetivo —acelerar la inversión extranjera— también funcionó, pues entre 1999 y junio de 2013, México recibió alrededor de 335 mil millones de dólares de inversión extranjera directa, de los cuales el 52.2 por ciento provino de sus socios en el TLCAN, principalmente hacia el sector manufacturero.

Finalmente, según datos del Ministerio mexicano de Economía y del Banco Mundial, el TLCAN permitió crear aproximadamente unos 10 millones de empleos, la mitad directamente relacionado con la actividad exportadora, con un excedente salarial de 40 por ciento cuando la empresa está vinculada con el sector exportador, abundó.

Sobre el valor agregado que puede aportar la Alianza del Pacífico, Granados explicó que la respuesta más inmediata es que incrementará los incentivos para que los países que la integran (y los que se sumen en el futuro) comercien más entre sí.

No obstante, hay otros dos objetivos de mayor calado: uno es introducir nuevas prácticas y modalidades de colaboración en el desarrollo de programas de inversión conjunta y de formación de recursos humanos.

También de la integración de mercados de valores, mecanismos novedosos de cooperación hacia terceros países o el establecimiento de plataformas tecnológicas únicas para facilitar la apertura de negocios.

El otro es organizar, de manera creativa y coherente, un mapa de navegación mediante la instrumentación más eficiente de las políticas públicas que impulsen la innovación y faciliten alcanzar crecimientos altos y sostenidos fundados en una estructura económica más compleja y sofisticada.

“De esta forma, no solo la Alianza del Pacífico sino, en buena medida, también América Latina podrá asegurarse una posición más competitiva en el mundo del Siglo XXI”, concluyó.

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