Todos sabemos que los dibujos animados tienen el propósito de entretener sacando partido del absurdo y las situaciones imposibles. Aún así, a muchos nos gusta imaginarnos qué sería posible y qué no en la vida real, y hay algunas cosas, que aunque no nos hayamos parado a pensarlas, serían no solo imposibles, sino catastróficas. Veamos algunas de ellas.

Madagascar: una convivencia imposible

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Lo más significativo es que los animales no aguantarían el viaje. Lo primero porque hacen el viaje en cajas aisladas en las que no pueden alimentarse y, aunque estuvieran en el mismo espacio, no podrían convivir entre ellos.

La cebra es parte habitual de la dieta de los leones, y aunque los machos no suelen cazar, en caso de necesidad sí podría hacerlo llegando a atacar incluso al hipopótamo y a la jirafa. Es decir, al llegar el barco a puerto, podríamos montar una carnicería-pollería bastante completa.

Los hipopótamos son probablemente los animales más agresivos de África y el causante de más muertes humanas por animales. Así que, posiblemente, Gloria la hipopótamo, se pasaría el viaje en una esquina defendiendo su territorio y Melman la jirafa en otra esquina intentando alejarse de la cebra Marty (que sería la primera en caer en manos del león).

Por otra parte, los pingüinos barbijos llegarían cocidos literalmente. Por no hablar del estrés de ver a sus compañeros de habitáculo. Tengamos en cuenta que son criaturas que viven en zonas antárticas de nieve perpetua, por lo que sin la refrigeración adecuada estarían sentenciados antes de subir.

El Coyote y el Correcaminos: ¿mic mic?

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El correcaminos está basado en el Geococcyx californianus (correcaminos norteño), aunque sentimos comunicaros que no hace mic-mic.

A pesar de que esta simpática ave es veloz y alcanza los 40 km/h, no es nada comparable con la velocidad del coyote, que puede llegar a los 69 km/h. Por tanto, la serie duraría medio capítulo piloto… y ya.

Además, el correcaminos no es tan santurrón como parece. Es todo un depredador que hace, literalmente, papilla a su presa a picotazos. Normalmente se alimenta de serpientes, lagartos y pequeños mamíferos.

Los Fruitis: un mundo en la mochila

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Vamos a ver. Pongamos que las frutas pueden moverse, desplazarse, tomar decisiones y comunicarse.

Pongamos que tienen sentido de la moda y utilizan sombreros, zapatillas y demás. Pongamos que deciden lanzarse a la aventura y encontrar un nuevo hogar. Supongamos que tienen el tamaño de una niña.

Demos por hecho que una piña andaluza puede llamarse Gazpacho y un higo chumbo disparar púas. Pero hay una cosa, que no me entra en la cabeza y que desafía todo principio físico:

¿Cómo puede un plátano sin hombros llevar mochila?.

El Rey León: Rafiki podría ser Sergio Ramos

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Rafiki, el chamán de El Rey León, parece una mezcla de papión con cara de mandril. Los papiones son omnívoros y en ocasiones cazan grandes presas como antílopes, etc. Y no sería el primero que mata una cría de león.

Por no decir, como se tomaría un león ver a su hijo en brazos de Rafiki. Más o menos como un humano ver a su hijo en manos de Sergio Ramos.

Buscando a Nemo: Dory no es tan tonta

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En primer lugar, Dory no es tan tonta como la ponen. No es cierto que los peces tengan menos de 3 segundos de memoria, sino que ésta puede remontarse a meses atrás e incluso pueden ser instruidos con la paciencia de un entrenador.

En segundo lugar, los peces payaso (Nemo y su padre, que a la vez también es madre porque son hermafroditas), viven protegidos por las anémonas (un animal marino) y no se alejan más que unos metros para alimentarse. Es decir, si Nemo pasará unos minutos fuera de la anémona su padre volvería a refugiarse en ésta y se acabaría la película ¿Por qué? Porque tienen fama de ser malos nadadores en mar abierto. Teniendo en cuenta que los peces payaso tienen entre 100 y 1000 crías en cada puesta, dudamos que el padre se jugase la raspa por uno de ellos.

Up: en realidad eran los guionistas quienes flotaban

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En un mundo en el que los medios de comunicación se ven obligados a anunciar a los ciudadanos norteamericanos que un apocalipsis zombie no es posible, nosotros nos vemos obligados a confirmar que sería bastante difícil levantar una casa con globos como en la película Up. Aunque no imposible.

Como nos contó en su día el físico Sergio Palacios, necesitaríamos 50 millones de globos para levantar el hogar de Carl. Eso sí, «a medida que vaya aumentando la altura a la que ascienden la casa y los globos, la densidad del aire irá disminuyendo y eso hará descender el conjunto, a no ser que se pueda ir incrementando de alguna manera el número de globos.»

Otro efecto que aparece es la difusión del helio a través de las paredes de goma del globo, que también contribuye a que cada vez ascienda menos la casa y acabe por precipitarse al suelo. Por último, la temperatura influye asimismo sobre la densidad de ambos gases: aire y helio.

Ice Age: la ardilla en realidad es la tatarabuela del Mamut

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Ice Age tiene más de telenovela de lo que parece. En realidad Scrat, la ardilla dientes de sable que, inexplicablemente siendo insectívora persigue una bellota que nunca podrá comerse, podría ser el ‘tatarabuelo’ del resto de los personajes.

La ardilla dientes de sable vivió hace 90 millones de años a la sombra de los dinosaurios. Se empezó a expandir cuando estos se extinguieron hace 65 millones de años. Los mamuts no pisaron la tierra hasta hace 5 millones de años, así que son dos especies separadas por 85 millones de años. Puede que estuviese todo ese tiempo buscando la bellota.

Por otro lado, como decíamos al principio, Scrat no podría hincarle el diente a la bellota. Su dentadura no estaba preparada para comer semillas y mucho menos un bellotón de esa envergadura.

Por cierto, los perezosos más pequeños de esa época medían 6 metros y pesaban 3 toneladas (el peso de un hipopótamo adulto), así que, muy difícilmente, un tigre podría llevarle a ‘caballito’. Sí, Sid es todavía más pesado en la vida real de lo cansino que resulta a sus compañeros de reparto.

Heidi: Pedro, Heidi, el abuelito y su columpio suicida

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Como os contábamos en el Quonectados nº 216, el columpio de Heidi era cualquier cosa menos seguro.

Las dimensiones del columpio con el que Heidi se balanceaba casi de forma suicida por los Alpes suizos ha sido un tema muy comentado en la web y en foros de física desde hace mucho tiempo. Para averiguarlo, los chicos de La web de Física contaron con el único dato que tenían para realizar el cálculo: el periodo de oscilación, que obtuvieron gracias a la intro de la serie en la que se ve que tarda 9 sg en hacer el trayecto completo del columpio.

Siguiendo el método matemático y analizando mediante fórmulas físicas el comportamiento de un péndulo bajo los efectos de la gravedad, se obtiene una longitud de 20,25 m. Si usamos el método gráfico congelando dos frames de la intro donde aparezcan las cuerdas del columpio y buscamos el punto de intersección entre las dos rectas, la longitud es de 17,40 m.

No todas las dudas están resueltas. Una de las más inquietantes es saber cómo Heidi se subía y se bajaba del columpio ya que este estaba ¡a más de 150 m de altura!

Ratatouille: al ratón no se la das con queso

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Muy a pesar de que en los dibujos animados pinten el queso para los ratones como si fuese heroína, es un mito.

A los ratones no les gusta el queso. Al menos, eso descubrieron hace un tiempo científicos de la Universidad de Manchester, quienes desmintieron que el queso fuera un manjar para los ratones. Prefieren alimentos con altos contenidos en azúcares como frutas y semillas. Gracias a su implacable olfato, detectan las mejores piezas. Ese olfato también les hace rechazar el queso, con un olor fuerte que posiblemente le haga salir de allí pitando.

Oliver y Benji: Cuádriceps de campeón

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Las dimensiones del campo de Oliver y Benji ha sido un tema ampliamente debatido. Todos damos por hecho que la pareja de futbolistas debía tener unos cuádriceps dignos de un campeón.

El estudiante de física Resaka Scientific se tomó hace un tiempo la molestia de resolver el misterio para todos nosotros. Calculó la distancia a la que se ve el horizonte y el ángulo al centro de la Tierra.

«Tomando como referencia a una persona de 1,70 de altura, ésta vería el horizonte, según los cálculos, a 4,5 km. Teniendo en cuenta que la línea de puerta aparece cuando un jugador está aproximadamente a 3/4 de la longitud del campo, es fácil deducir que nuestros futbolistas favoritos de la infancia jugaban en un campo de nada menos que ¡¡18 Km. de longitud!!»

Otra de las respuestas sorprendentes es a la velocidad que corrían: 150 km por hora. Algunas dudas quedan pendientes: ¿a qué velocidad lanzaban el balón para quedará incrustado en el muro de hormigón tras entrar en la portería?

Fuente: Quo