Posiblemente bien intencionados en su más primitivo inicio, son los políticos comunes la viva encarnación de las manifestaciones más deplorables del hombre y la mujer. En México, la gran mayoría son comunes y corrientes, en verdad muy comunes y muy corrientes. Sin conocimiento de la historia real, sin identidad nacional, golosos e insaciables, comúnmente mal preparados y preocupados intensamente por sus mezquinas y pasajeras ambiciones. Los políticos comunes se disputan de manera animalesca los carnosos huesos en las tribunas de nuestros congresos. Los hay viejos dinosaurios, hay también metro-sexuales, hay hombres y mujeres maquillados en la cara y operadas en el cuerpo. Son de centro, de izquierda, de derecha, son de arriba y son de abajo. Luchadores de ring, artistas de cine, vedettes, ex gobernadores, líderes sindicales, empresarios fracasados y muchos otros que están dispuestos a sentarse en la silla para abuchear, gritar, hacer bola y cobrar cuantiosamente en nombre del bienestar social. Son en México lo más parecido al conocido James Bond, pero con licencia muchísimo más amplia que la del legendario 007. Ser político común implica charola para robar, para matar, para insultar, para cobrar sin trabajar. Además con fuero, un seguro de vida que los protege de por vida (Bond no contaba con esa poderosísima prestación).

Ser político común, es una chamba fabulosa, donde además de enriquecer el bolsillo, enriquecen su ego. Entre más políticos son, más adeptos tienen. Miles y miles de personas diciendo “Si Sr., lo que usted diga Sr., lo que usted quiera Sr. Diputado, Sr. Licenciado, Sr. Gobernador, Sr. Presidente”.  Ser político común es lo más cercano a tener un puesto de nobleza, de rey, de poder, divino e intocable.  Hay que tener temple especial para ser político común. Hay que ser cínico, saber ser amigo de todos y leales con ninguno, ni siquiera con uno mismo.  Hay que tener valores frágiles y flexibles, para poder ir a donde lo lleve el viento. Hay que saber prometer sin cumplir, hay que mentir, hay que saber cómo no comprometerse con nadie, ni con el partido, mucho menos con el país. El político común sonríe, pierde el tiempo, va a comidas en buenos restaurantes pagadas con los impuestos de los contribuyentes, sabe blofear, cotorrea, es vulgarson, se viste de moda, generalmente sin gusto (no todos, hay muchos con Ferragamos, Hermenegildos y Zegna). El político  común, usa celular a diestra y siniestra y cobra bonos por  hacer nada. El político común, cree saberlo todo, aunque navega en el reino de la ignorancia y el despotismo.

Ser político común en general dura poco, aun cuando los hay de carrera larga, los más audaces y peligrosos. Los políticos comunes son altamente religiosos pues buscan que el pueblo los santifique e idolatre. Gestan hijos déspotas como ellos mismos que estudian en caros colegios católicos, tratando de generar estirpe, de hacer familia. Los políticos comunes tienen como principal aliado la ignorancia de la gente, su gran necesidad de creer, de tener líderes aunque sean mediocres. El abandono mexicano, la falta de padre proveedor y la madre castradora, son semilleros maravillosos para los políticos comunes que buscan mantener al pueblo adolescente sujeto a sus enaguas de por vida.   El político común ha sido, es y será la perdición de este gran país, sin importar el “noble” partido al que pertenezca. Hay algunos que se embriagan todas las tardes y se enfadan cuando alguien justamente les reclama. Otros, figuran secuestros audaces, saliendo heroicamente victoriosos sin una sola cortada, como buenos héroes caricaturescos. Muchos de ellos son vanguardia de la ignorancia de los más ignorantes. Otros u otras sin saber escribir ni leer, encabezan a maestros y sindicatos.  Los más populares y endiosados hacen bloqueos en Reforma en pro del pueblo, al cual le cobran tarde o temprano la factura directa e indirectamente. Entre ellos se aman, se defienden. Se cambian de partido como quien cambia de calzones, los cuales dan o quitan por unos pesos.Generalmente se llevan de mano sudada con el clero, quien los bendice y protege en nombre de Dios de lunes a domingo, siempre y cuando compartan diezmo.

Los políticos comunes son víctimas, son expertos en criticar y criticarse, nunca propositivos. Pueden hablar horas sin decir nada, aun cuando entre ellos digan que sus discursos son elocuentes y convincentes. Ningún político común admite serlo. Todos y cada uno de ellos se sienten estadistas, aun cuando no sepan ni por error lo que es un verdadero estadista. Los políticos comunes, distorsionan la historia nacional, pues no la conocen, ni la respetan, ni les importa. Hacen de los hombres y mujeres que han muerto a lo largo de la historia del país héroes adaptados que les sirven para sus mezquinas intenciones, los visten y desvisten, los entierran y desentierran, sin ton ni son.  Fueron, son y seguirán siendo, sin duda, el veneno del país, la viva encarnación de las manifestaciones más deplorables del hombre y la mujer.

Necesitamos más estadistas y menos políticos comunes: Necesitamos como líderes a esos hombres y mujeres que verdaderamente busquen el bienestar de la Nación, que si quieren a México. Personas con valores rectores claros, personas con carácter que no se pierdan en la religiosidad vulgar, en el endiosamiento de sí mismos, que no se vendan por unos pesos, que si lleguen al Congreso a trabajar.  Necesitamos estadistas, personas con valores claros, que admitan sus errores, que sepan y busquen trabajar en equipo, que sepan mandar. Personas comprometidas con el futuro de la Nación. Todo país ha tenido en su historia uno o varios de ellos: Gandhi, Churchill, Washington, Lerdo de Tejada, Pancho Villa, Evita Perón, Iturbide, son solo algunos de ellos. Solo exigiendo que este sea el perfil de nuestros líderes, con nuestro rechazo fuerte personal y alzando la voz, podremos promover y contar con estadistas y con menos políticos comunes.

Para Reflexionar y alzar la voz diariamente

Alfonso del Valle Azcué

Crecimiento Sustentable S.C.

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