Lo primero que ves al entrar a la exposición de México Miniatura es una escultura de un águila de Carlos Espino. La primera flecha en el suelo te guía a la derecha, donde se encuentran las maquetas de México Prehispánico. Algo curioso de estas maquetas es que a pesar de que algunas son representaciones de ruinas, tienen figurillas de pequeños indígenas caminando por ellas. Algunas de éstas, por no decir la mayoría, están tiradas o posicionadas en lugares que no tienen sentido, como el costado inaccesible de una pirámide.

Continúas siguiendo las flechas verdes del suelo y vas paseando de cultura prehispánica en cultura prehispánica. La exposición tiene una Pirámide del Sol de unos tres metros de altura junto con la Calzada de los Muertos que lleva directamente a la Pirámide de la Luna.

Cuando la parte prehispánica se termina es difícil saber qué flecha seguir para continuar con la exposición en el orden que los creadores querían. Entonces decidimos que mi novia sería la guía. Empezó por ir en sentido contrario a las flechas y nos sumergimos en el México Colonial. Muchas iglesias, la mayoría bastante maltratadas ya por el tiempo. Y una pequeña sección de Arquitectura vernácula del “interior de país”, como explica la pequeña placa, que me recordó a las calles de Guanajuato.

Seguimos caminando y llegamos a la parte de la exposición que más quería ver. El México contemporáneo. Con maquetas del Palacio de Bellas Artes, el Palacio de los deportes, el Zócalo y la Basílica de Guadalupe. Esta última está abierta para que se pueda ver el interior. Ahí dentro había un gatito refugiándose del calor. Ojalá yo hubiera podido hacer lo mismo porque el sol estaba a todo lo que daba y no había ni una sombra en donde esconderse.

Casi al final de la exposición (según mi guía) hay una sección donde se muestran algunos monumentos importantes de la Ciudad de México, incluye tres famosas glorietas de Reforma. Lo triste de esto es que se puede ver el Ángel sin ángel; al Monumento a Cuauhtémoc sin Cuauhtémoc y el monumento a Colón, así es, sin Colón. Al parecer alguien se tomó la molestia de robarse esas piezas.

Me gustaría decir que la exposición es una bella muestra de lo que es y ha sido México arquitectónicamente durante su existencia. En parte lo es, pero lamentablemente muestra otra realidad que vivimos los mexicanos todos los días. La indiferencia. No hay pieza en la exposición que no esté dañada o que le falte una manita de gato. Ni siquiera se han tomado la molestia de levantar las figurillas humanas que yacen como muertos frente a Bellas Artes.

Mi guía me repetía: “¡Por ahí no, Sokol!”, pero planteó también una cuestión interesante: ¿Cómo se verá esta exposición a través de los ojos de un turista? Le contesté que probablemente mal, desorganizada, sucia y que seguramente poco recomendable. Aunque puede ser que no, puede ser que ellos comprendan; que vean la comedia tácita que es nuestro querido México.

Terminamos la exposición en la maqueta de la montaña rusa de la Feria de Chapultepec. Y mi guía preguntó: “¿Para qué ponen esto si se puede ver la verdadera con tan solo caminar unos minutos?”. Le dije que ella era la guía y las preguntas las hacía yo.

Esta exposición es permanente y está en la segunda sección del Bosque de Chapultepec. La entrada cuesta 10 pesos.