En 1984 Silvia González cumplía 35 años de edad, tenía un trabajo estable en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue), antecedente de la actual Sedesol; se divertía y disfrutaba su soltería “sin pensar mucho en el futuro”, reconoce.
Era atractiva y coqueta, afirma, y sus fotos de antaño así lo confirman. Por su aspecto y vivacidad en su oficina la elegían como abanderada para los desfiles del 20 de noviembre. En su tiempo libre practicaba voleibol y asistía a clases de baile.
Fue precisamente en la sesión de masaje de calentamiento, previa a una clase de baile, cuando la instructora le advirtió que tenía una “bolita” en el seno izquierdo y le aconsejó ir al doctor.
“Nunca imaginé que fuera cáncer”, pues asegura que no le dolía ni le incomodaba, ni siquiera lo había notado, pues no acostumbraba explorarse.
Para una solución efectiva y evitar riesgos, el médico decidió someterla a una mastectomía radical.
La primera reacción de Silvia fue de negación, no quería que le quitaran el seno, “si es lo que yo más luzco!”, le dijo al doctor, pero no tenía otra alternativa, su vida estaba en juego; según el médico, si no lo hacía, podría morir en cuatro o cinco meses. La tecnología médica no era la misma que hoy.
Actualmente se cuida mucho que la mujer conserve su seno y se procura quitar únicamente la parte afectada, explica María Antonieta Crestani Torres, presidenta del Grupo Reto. También hay más herramientas médicas y psicológicas.
“La mastectomía se aplica cuando el cáncer ha invadido una zona grande de la mama, es un último recurso, se hace cuando se está en un punto crítico, pero si una paciente acude antes de ese punto pueden aplicarle cuadrantectomía”, señala.
Crestani Torres también fue diagnosticada con cáncer de mama décadas atrás y sometida a una mastectomía. Pasó por recurrentes periodos de depresión hasta que conoció la organización que ahora dirige, de dicada a prevenir dicha enfermedad y brindar apoyo a quienes la padecen.
“Estaba devastada” afirma, y por eso le causó extrañeza que las mujeres del grupo de ayuda mostraran felicidad en sus rostros, se negaba a creer que estuvieran mastectomizadas. Es que perder un seno ?añade-, es algo emocionalmente muy difícil de aceptar.
“Las mujeres sienten que el cáncer es igual a muerte, pero no es cierto, se puede superar. Se debe guardar la calma, no deben caer en pánico. Siempre habrá mucho que rescatar”, afirma.
Y no sólo tiene que ver con lo estético, la autoestima o la confianza, el peso de una enfermedad como el cáncer también impacta en el entorno y la economía familiar.
La presidenta de Grupo Reto afirma que 40 por ciento de las parejas de las mujeres mastectomizadas se separan de ellas, muchas veces porque no aguantan asumir el rol de atender a la familia ni el peso económico que implica la enfermedad de su compañera.
“Son cosas que asustan a los hombres, pero eso se debe a la falta de información y falta de apoyo profesional”, considera. Sin embargo, dice, se puede vivir una vida normal.
“Pensé que mi vida conyugal estaba perdida, y que me iba a quedar sin pareja. Pero es posible tener una vida plena en todas las áreas, incluyendo la sexual”.
En ello coincide Silvia, de 63 años, quien ahora vive de su jubilación, conserva el sentido del humor y el hábito de explorarse. Es soltera por decisión propia y dice que no le costó trabajo aceptar su cuerpo, y aunque al principio fue difícil, afirma que en forma paulatina perdió la pena de mostrarse ante los demás.
“Poco a poco se va superando el impacto, cuando se pone en una balanza que perder un seno es una oportunidad de recuperar la vida”, afirma por su parte Crestani Torres.