Después de los disturbios en Egipto en los que han muerto tres personas, incluido un estudiante estadunidense, las ciudades estaban en calma mientras los manifestantes se preparaban para unas protestas el domingo con las que esperan derrocar al presidente islamista Mohamed Mursi.
El Ejército estaba en alerta en todo el país y advirtió de que tomaría medidas si los políticos perdían el control de las calles.
Varias oficinas del partido de los Hermanos Musulmanes al que pertenece el presidente fueron atacadas el viernes, incluida una en Alejandría, en la que murieron dos hombres, uno de ellos un joven estadunidense de 21 años. En Port Said, en el Canal de Suez, una explosión durante una manifestación contra Mursi mató a otro hombre, dijo la Policía.
El presidente estadunidense, Barack Obama, pidió al Gobierno y a la oposición egipcios que se comprometan en un diálogo constructivo y que impidan que se extienda la violencia en la región.
Estados Unidos está evacuando a su personal diplomático no esencial y advirtió a sus ciudadanos de que no viajen a Egipto. Una fuente en el aeropuerto de El Cairo dijo que decenas de empleados estadunidenses y sus familiares volaron a Alemania el sábado.
En la plaza Tahrir, centro de los levantamientos de principios de 2011, banderas y tiendas de campaña formaban un campamento para los manifestantes. Estos esperaban que millones de personas salieran a las calles y acusaron a Mursi y a los Hermanos de secuestrar la revolución contra Hosni Mubarak para afianzar su propio mandato. También se planeaba una manifestación en los exteriores del palacio presidencial, donde algunos ya habían tomado posiciones.
Con la falta de suministros añadiéndose a las dificultades económicas, muchos dijeron que acudirían a las protestas el domingo, cuando Mursi cumple su primer año en el poder como el primer presidente de Egipto elegido libremente, para demandar un nuevo presidente que pueda darles prosperidad.
Los líderes liberales de la oposición desestimaron la oferta de cooperación de Mursi esta semana por ser escasa y llegar demasiado tarde. Los Hermanos, que aseguran que al menos cinco de sus partidarios han muerto en estos días de altercados, acusan a los liberales de aliarse con gente leal a Mubarak para organizar un golpe contra el proceso electoral.
La oposición sostiene que los Hermanos están intentando monopolizar el poder, islamizar una sociedad diversa y reprimir a la oposición. Citan como prueba los ataques verbales de Mursi contra medios y críticos y los procedimientos legales contra periodistas y autores satíricos.
“GUERRA CIVIL”
La autoridad religiosa de Egipto advirtió del riesgo de una “guerra civil” después de la violencia durante la semana pasada que causó varios muertos y cientos de heridos. Los clérigos respaldaron la oferta de Mursi de hablar con los grupos de oposición antes de las protestas del domingo.
Naciones Unidas, la Unión Europea y Estados Unidos han pedido contención y han instado a los líderes egipcios a que recapaciten sobre una confrontación que amenaza a la nueva democracia que emergió de la revolución de la “primavera árabe” en 2011.
Un hombre egipcio murió a causa de un disparo en la misma zona y las autoridades dijeron que docenas de personas resultaron heridas.
Es difícil calibrar cuánta gente saldrá el domingo a la calle, pero incluso aquellos que simpatizan con ideas islamistas se sienten frustrados por la crisis económica y muchos culpan al Gobierno.
Otras protestas tras la caída de Mubarak no han sido masivas, con una población deseosa de estabilidad y con temor a más dificultades económicas.
Los generales, que atendieron a las protestas de principios de 2011 para derrocar a Mubarak, han advertido de que volverán a intervenir si hay derramamiento de sangre y para defender “la voluntad del pueblo”. Ambas partes creen que esto significa que podrían apoyar sus posturas.
Estados Unidos, que financia al Ejército de Egipto como hizo con Mubarak, ha recomendado compromiso y respeto con los resultados electorales. Tanto los 84 millones de habitantes de Egipto, como el control de Suez y su tratado de paz con Israel en 1979 contribuyen a su confianza estratégica global.
Milenio, 29 Junio 2013