Nunca fui tan feliz como lo fui cuando estuve contigo. Lo había descifrado todo: mi vida a tu lado me sabía a una verdadera fantasía que me moría por hacer realidad. Eramos felices de pies a cabeza e incluso tolerábamos nuestros defectos hasta el grado de reírnos de ellos.
Un día te fuiste y decidiste que mirar atrás esta vez no sería la opción.
Te esperé, con una fantasía que nunca se haría realidad. Pensaba que todos esos recuerdos de alguna forma te regresarían a mi lado.
Pensé que olvidarte seguro iba a ser una batalla difícil de lidiar y no pude evitar pensar en las miles de veces que hubiera preferido no tener que luchar contra tu despedida, pero tarde o temprano no hay nada que pueda preparar a alguien para las despedidas.
No sé si fueron meses o años los que tardé en darme cuenta que esta vez no regresarías y que yo necesitaba traer de vuelta a la felicidad que te llevaste. Yo y mi necedad recordamos que la última vez que había llorado de la risa, había sido a tu lado.
No podía seguir así, ser feliz iba a implicar mucho más que recordarte con un puñado de lagrimas amenazando con traicionar mi felicidad.
Comencé a borrar cualquier rastro que por error hayas dejado botado en un rincón de mi departamento, te borré de mi agenda de contactos y fui a comprar un vestido muy lindo para deshechar el que tú me habías regalado en mi cumpleaños.
Poco a poco mis recuerdos de ti se iban despidiendo y mi mente se acostumbró a pensar en miles de cosas que no estuvieran relacionadas con tu sonrisa traviesa o tus chistes que eran tan malos que daban risa.
Después de cientos de películas de amor, entendí que tu despedida ha sido lo mejor que me ha pasado. Que no hubo nada ni nadie que frenara tu decisión y por la misma razón, no debería haber nada ni nadie que influyera en mi felicidad.
Ahora, con toda la seguridad que mi pequeño cuerpo puede tener, te aseguro que olvidarte ha sido lo mejor que me ha pasado porque seguramente para ti, olvidarme fue lo mejor que te pudo haber pasado.