En tercero de primaria, Marlon Gibson tenía tanto sobrepeso que su madre debía llevarlo a tiendas de adultos para comprar su traje para Pascua.
“Incluso en ese entonces, amaba absolutamente la ropa (…) Eso es lo que sinceramente me mantiene con toda esta pérdida de peso. Quiero ir al centro comercial para comprar algo más que calcetines”, dijo Gibson.
En su peso máximo alcanzó los 183 kilogramos. Ahora, el director de conducta estudiantil de la Universidad Emory en Atlanta, Estados Unidos, que mide 1,67 metros, pesa 72,5 kilogramos. Desde enero de 2011, ha perdido 111,1 kilogramos, el equivalente a una estufa de gas.
Dice que cualquiera puede hacerlo a su manera: sin cirugía o un programa especial de dieta.
“Siempre le digo a las personas que son las tres p: persistencia, pasión y perseverancia”, dijo Gibson.
El punto de inflexión llegó cuando el director de 34 años vio a su esposa llorar durante la transmisión del programa de televisión The Biggest Loser.
“Me dijo que me amaba, pero se preocupaba de que no estuviera vivo mucho tiempo debido a mi peso (…) Tenía que hacer algo”, dijo Gibson.
Gibson tuvo sobrepeso toda su vida. Al crecer, ninguno de los adultos en su familia le habló sobre comer saludablemente. No tenían que hacerlo, dice.
“Mi mamá solía bromear al decir que a mi papá lo corrían de los buffets, que tenía un gran apetito y un gran metabolismo. Nunca tuvo que trabajar para ser pequeño”, dijo Gibson. “Mi madre nunca tuvo una talla mayor a seis”.
Su mamá intentó dar un buen ejemplo con ejercicio diario. “Era la persona que se levantaba y se ejercitaba con el video de Jane Fonda cada mañana”, dijo Gibson. Pero era hijo único, y todos en su familia mostraban su amor con comida. Su abuela, especialmente, lo adoraba.
“Me llevaba a McDonald’s casi todos los días”, dijo Gibson. “Amaba una hamburguesa y papas, y nunca conocí un dulce que no me gustara”.
Tampoco le gustaban mucho los deportes o ejercitarse.
“Nunca aprendía a nadar en los campamentos porque me dolían los oídos”, dijo Gibson. “Recuerdo jugar kickball en segundo de primaria y romperme el dedo meñique. Y desde allí, cuando me invitaban a jugar, decía: ‘no, estoy bien’”.
Mientras aumentaba de peso constantemente, Gibson dijo que tuvo suerte de que los niños no lo molestaran.
“Siempre tuve un gran sentido del humor y pude desviar la atención de que tenía obesidad”, dijo Gibson.
Ese sentido del humor también lo metió en problemas. Mientras asistía a una escuela católica para hombres en Ohio, EE.UU, conocida por su estricta disciplina, pasó mucho tiempo en detención.
Pero ser el payaso de la clase también rindió frutos con amistades rápidas.
“Soy afortunado; las personas siempre han sido agradables, o al menos lo intentan ser”, dijo Gibson. “Las personas a menudo me daban un cumplido disfrazado como ‘eres guapo para ser un niño con obesidad’”.
Conoció a su esposa, Sheree, en una función de fraternidad en 2004. Estaban en la escuela de posgrado en ese momento. Se casaron dos años después.
Poco después de que la vio llorar por The Biggest Loser, se cortó al intentar cerrar un cierre en un par de pantalones que estaban demasiado ajustados. Allí fue cuando finalmente decidió que había tenido suficiente.
Tenía que perder peso, y quería hacerlo en una forma que no aumentara de peso de nuevo.
En lugar de eliminar toda la comida mala, redujo gradualmente la cantidad que comía.
“Amaba el pollo frito, así que decidí que comería seis piezas en lugar de ocho”, dijo Gibson. “Luego lo reduje a cuatro piezas, y después eventualmente deje el pollo frito. Comía carne más como si fuera un condimento de proteína. Ahora no como carne en lo absoluto. Soy un vegano dedicado”.
Gibson dijo que es “supervigilante” con lo que come ahora. Comienza el día con una malteada de proteínas antes de dirigirse al gimnasio en la mañana. Después de que hace ejercicio, come avena con rebanadas de manzana. El almuerzo es chili vegetariano con una ensalada y más vegetales como coles de Bruselas, brócoli o maíz en mazorca. La cena a menudo son palomitas, con un smoothie ocasional de postre.
“Ahora, este tipo de alimentación es un hábito; tanto que cuando voy a visitar a un amigo en Iowa, Estados Unidos, empacó mis palomitas y chili y lo como en mi escala en Chicago, Estados Unidos”, dijo Gibson.
Sin embargo, rompe la rutina de vez en cuando.
“En mayo cumplí 34 años y decidí derrochar”, dijo Gibson. “Fuimos a una pastelería vegana y compré una rebanada del pastel de plátano y piña, que compartimos. No había comido pastel desde 2010”.
Gibson también se ejercita diariamente. “Spinning es mi favorito, me gusta tomar dos clases de spinning de 70 minutos consecutivas”, dijo Gibson. También corre al menos cinco kilómetros en la tarde y hace abdominales y lagartijas antes de dormirse.
Gibson permaneció enfocado con la ayuda de un entrenador, Ryan Blanck, CEO de offtrackonpurpose.com. Blanck vive en Carolina del Norte, Estados Unidos, así que todas sus sesiones son virtuales. Gibson encuentra particularmente efectivos estos encuentros.
“Me da ánimo positivo y amor duro. Recuerdo una vez en la que dijo, ‘tu motivación no está donde alguna vez estuvo’. Eso es todo lo que necesitaba escuchar. Cuando fui al gimnasio ese día le dije a mi esposa que me dejara más lejos; necesitaba caminar”.
Esta vida saludable rinde frutos. Además de perder peso, Gibson ya no necesita medicamentos para la presión sanguínea alta. Dice que “tiene energía durante días”.
También ama motivar a otros, hablar sobre su pérdida de peso en la iglesia y ayuda a amigos.
“Esta pérdida de peso transformó mi vida”, dijo Gibson. “Es totalmente posible. Solo tienes que responsabilizarte”.
Fuente: (CNN)