tatuajes, trabajo, empleo, jóvenes

Con varios tatuajes en brazos y piernas, así como perforaciones en las orejas, los labios y la nariz, Israel Zepeda es uno de los jóvenes que no consiguieron un empleo por causa de su aspecto en el estado.

De acuerdo con la diputada local priísta Eunice Arias Arias, en la entidad hay unos nueve mil jóvenes que no estudian ni trabajan, muchos de ellos por decisión propia, ya sea porque se dedican al hogar o a la informalidad.

En el caso de Israel, el desempleo no fue una elección. Sus estudios en diseño gráfico no fueron suficientes para que alguien le diera empleo porque a pesar de pasar diferentes pruebas, su imagen no daba confianza.

“Todo el tiempo he buscado trabajo, desde que salí de la escuela, y es un poquito difícil. El trato es distinto, unos sí me decían no puedes entrar, le das mala imagen a la empresa, creen que vas a perder el tiempo o robar”, dice.

Cansado de buscar trabajo, con unos compañeros integró una empresa dedicada a la publicidad y aunque se preocupa por la imagen de la empresa, puede tomar la decisión de mostrar o no sus tatuajes.

“A veces la gente con la que tratas no tiene confianza con alguien tatuado y con perforaciones, pero sólo al principio, después ya no importa, importa el trabajo, el resultado”, explica.

Además, los tatuajes “se pusieron de moda” y cada vez los aceptan más las personas. “Hasta en la familia ya no es tan grave. Con los primeros tatuajes sí te quieren correr de la casa, después es más tranquilo”.

Para Edmundo Ramos Gutiérrez, presidente de SOS Discriminación Internacional, este es un problema común: de acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional contra la Discriminación, el estado se ubica por arriba de la media nacional en este tema.

Esto pega más en los jóvenes, afirma, ya que los tatuajes, la apariencia, la preferencia sexual o cualquier otra diferencia, llegan a ser limitantes para ingresar a algún trabajo, pese a que por ley, no debería ser así.

Mientras Israel encontró apoyo en sus amigos para buscar un empleo, para Laura Anaya las cosas no van tan bien. Con estudios en derecho, casi nadie quiere contratarla por la falta de experiencia.

“Yo tenía beca y no podía trabajar gratis mientras estudiaba, me costó trabajo hacer el servicio social y ahora me dicen que no tengo experiencia o me ofrecen trabajos con salarios mínimos o como becaria, yo necesito ganar un sueldo”, señala.

Aunque continúa en busca de un empleo, Laura estudió una especialidad y optó por ingresar a estudiar una maestría, otra vez con beca, para ver si con los estudio de posgrado es más sencillo conseguir trabajo.

“Si no, pues estudiaré el doctorado. Tengo muchos amigos que ya llegan a los 30 y siguen estudiando y viven con sus papás porque no consiguen trabajo, sólo te quedan las becas o de plano, dando clases de vez en cuando”, agrega.

La diputada Eunice Arias afirma que con nueve mil jóvenes que no estudian ni trabajan en el estado, la cifra de los llamados “ninis” no es tan preocupante para el caso de los 18 municipios.

“Esa cifra incluye a los jóvenes que por decisión propia deciden no trabajar, las madres jóvenes, los que se dedican a la informalidad”, explica.

Para cambiar el panorama de los jóvenes, Eunice Arias impulsa dos leyes, una de fomento al primer empleo, que incentivaría a las empresas que contraten a menores de 30 años y otra de fomento al emprendedor.

Esta última obligaría a conformar una bolsa económica para apoyar los proyectos productivos y se sumaría a los apoyos financieros que ya entregan la Secretaría de la Juventud y la Secretaría del Trabajo estatales.

“Nos enfrentamos al estigma social de que los jóvenes no tienen experiencia y eso lo queremos abatir con la ley de primer empleo que estamos trabajando”, sostiene la diputada.

No obstante, para los jóvenes, el problema no se arregla con leyes y con creaciones de fondos que les generen préstamos que no saben si podrán pagar, porque Laura afirma que también buscan seguridad.

“Quieres estudiar y trabajar para tener un futuro, pero si cumples con todo eso y no consigues oportunidades entonces algo está mal, así que muchos deciden no intentarlo y los que sí, pues nos desesperamos”, lamenta.

El vocero de la diócesis de Querétaro, Saúl Ragoitia Vega, sostiene que hoy los jóvenes viven un “problema existencial”, que los hace cuestionar el sentido de la vida.

“Vivimos el momento, de prisa, en una sociedad de consumo y se pierde esperanza porque el dinero ocupa el primer lugar. Hay gente que prefiere un buen celular antes que comer bien”, reprobó.

La solución para todos los problemas, dice, es voltear a los jóvenes, darles empleo bien pagado, buena educación, valores y sobre todo, esperanza.

Querétaro, 13 Ago. (Notimex).