El Centro Pompidou explora el arte de Roy Lichtenstein (1923-1997), primer artista posmoderno y gran maestro del pop estadounidense, con la primera retrospectiva en Francia

Obras con las que se alejó desde los años sesenta del expresionismo abstracto dominante, para enfocar su talento en la cultura popular y en los más nimios objetos cotidianos, como un simple envoltorio de chicle.

El conjunto reunido en París en el seno de una escenografía que imagina lo que pudo ser el taller del artista, aspira a conducir al visitante “más allá del pop”, hasta descubrir en Lichtenstein a uno de los primeros artistas posmodernos, dada su relectura de los movimientos de vanguardia.

Acusado inicialmente por ciertos críticos de ser un simple “copista”, considerado luego como uno de los más grandes artistas de su tiempo, Lichtenstein fue también un gran estudioso de la historia del arte y de sus maestros y tendencias, que inspiraron muchas de sus obras en la segunda mitad de su vida.

Monet, Mondrian, Brancusi, Léger y Matisse influyeron visiblemente en la carrera de este artista que “entabló muy pronto un diálogo con Picasso, ya desde principios de los años sesenta, cuando hacia sus primeras viñetas”, destacó la comisaria, Camille Morineau.

Revelar esa faceta de su arte, que al igual que su interés por la escultura, la cerámica, la estampa y el grabado, es poco conocida, forma parte de los objetivos de esta exposición distribuida por orden cronológico y temático en diez salas.

En la primera de ellas cuelga “Look Mickey” (1961), obra pintada “un poco por casualidad”, en un momento en el que Lichtenstein quería diferenciarse más claramente del expresionismo abstracto “e inventar un nuevo estilo, un nuevo contenido”, resaltó Morineau.

La fuerza de su hallazgo fue tal que decidió seguir por esa vía y destruir sus telas precedentes, explicó la comisaria, que colocó esa primera viñeta a la entrada de la exposición, junto al también célebre retrato del presidente estadounidense George Washington (1962), ya también en versión cómic, estilo que se convertiría en su firma.

De esas primeras obras icónicas inspiradas en la cultura popular de los años sesenta, los grandes momentos de la trayectoria de Lichtenstein conducen a sus diálogos con grandes maestros de la pintura y a los paisajes, desnudos y bodegones de los últimos años de su vida.

Tres géneros tradicionales, pero por supuesto trabajados a la manera Lichtenstein, con su técnica de imprenta que utilizaba el pincel para dibujar líneas gruesas en los contornos y puntos para obtener tonos y sombras.

Hasta sus últimos y leves paisajes, inspirados en los pintados durante la dinastía china de los Song (entre los siglos X y XII), reunidos en la sala X bajo el título “El Zen versión impresa”, tienen su característica huella pop.

Informador, 02 Julio 2013.