Los creadores de Minecraft revelaron este mes que el videojuego de construcción de edificios con bloques tiene más de 33 millones de usuarios. Y muchos de ellos son niños, obsesionados con lo que ocurre en la pantalla. Sus padres los observan estupefactos, pero quizás lo más apropiado sería que se sentaran a jugar con ellos.
“Usted ha excedido su cuota de uso”, leo en un correo electrónico de mi proveedor de internet.
Estaba plenamente seguro de que yo no lo había hecho, pero conozco a un par de personas, mis dos hijos, que pueden haberlo hecho por mí. Ese mensaje me llevó a las profundidades de su obsesión con Minecraft.
El juego se desarrolla en una mundo virtual hecho de cubos de diferentes materiales, arena, roca, lava, obsidiana y mucho más. Casi todos pueden usarse como bloques de construcción y unos pocos pueden procesarse para materias primas como madera, hierro, diamantes.
El juego consiste en sobrevivir usando estos materiales para construir un refugio, que puede ser tan básico o elaborado como se desee, y convertir las materias primas en objetos (armaduras, espadas, arcos) para matar a los muchos monstruos que aparecen en el juego.
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Congregación de devotos
De este planteamiento tan poco complicado ha surgido un fenómeno. La comunidad de personas involucradas en el juego se cuenta por decenas de millones. Muchos de ellos son niños, de entre nueve y quince años, para quienes se trata casi de una religión.
Mis dos hijos de nueve años, Toby y Callum, son miembros devotos de esa congregación. Pasan mucho tiempo jugando Minecraft, hablando sobre Minecraft y, como descubrí por mi proveedor de internet, mirando videos en YouTube de otras personas jugando Minecraft.
Para Liz Cruddas -cuyos dos hijos Oliver, de 15, y Will, de 9, son otros fanáticos del juego- es incomprensible ese tiempo que se pasan pegados a YouTube.
“No entiendo por qué quieren ver esos videos. Están tan fascinados viendo a esa gente jugar Minecraft”, explica.
Oliver Cruddas dice que mira los videos que hacen celebridades del Minecraft, como Lewis y Simon de Yogcast, SkythekidRS, CaptainSparklez, BajanCanadian and CupQuake entre otros, para convertirse en un mejor jugador.
Mi hijo Toby piensa igual y explica que mira esos videos por la misma razón que los jugadores de fútbol miran partidos en televisión. Así observa lo que hacen los mejores y obtiene ideas de cosas para hacer en el juego.
Eso suena bien pero, como tantos otros padres de hijos obsesionados con Minecraft, me pregunto si no estarán perdiendo el tiempo. ¿Podrá hacerse de ésta una experiencia educacional?
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Aprovechar la atracción
Quizá sea una ruta que podrían usar para asir una de las más preciadas habilidades: programación de computadoras.
“En el mundo real es muy raro para un niño toparse con un problema en el que la programación sea una manera de resolverlo”, dice Daniel Ratcliffe, un desarrollador de juegos que hizo una modificación de Minecraft, llamada ComputerCraft, que le añade computadoras y robots programables al juego.
“Si juegan Minecraft, están muy involucrados en ese mundo y pueden pensar en cosas que son reales para ellos en ese mundo virtual que pueden resolver con programación”.
¿Podría servir este juego también para quitarle el misterio a las computadoras y las redes?
“Mis hijos están manejando sus propios servidores bajo mi supervisión y ha sido una buena experiencia para aprender las cosas que surgen con el manejo de cualquier tipo de servidor”, dice Andrew Weekes, otro padre de fanáticos de Minecraft.
Su hijo menor aprendió una lección dura muy pronto, dice Weekes, cuando al no mantener respaldos no logró restaurar su mundo favorito de Minecraft. Pero el juego le ha permitido asir algunos conceptos básicos de computación.
“Tenemos discusiones sobre lógica Boolean (área del álgebra que determina los valores de verdadero o falso de una propuesta) que es un concepto muy avanzado para estar discutiendo con un niño de nueve años”.
Y, a través del juego, también adquieren cierta competencia técnica.
Cualquier jugador promedio se aficionará a usar los comandos del juego, podrá instalar paquetes de texturas para cambiar la apariencia y fabricar sus propias pieles para crear personajes dentro del juego.
Pueden encontrar servidores multijuego, usar correo electrónico para establecer sesiones con amigos y usar Skype para poder gritarse unos a otros durante los juegos en vez de escribirse comentarios. Pueden además grabar, editar y subir sus propios videos a YouTube.
Christy Wyatt, directora de Good Technology y madre de otro fanático de Minecraft, dice que los padres podrían sorprenderse de que lo que sus hijos logran construir con ese juego.
“Mi reacción inicial era que se trataba de otro videojuego más. Ahora lo veo como el Lego digital y mi hijo lo usa para construir todas esas cosas asombrosas”.
La pasión de su hijo por el juego ha traído otros beneficios, algunos van más allá del ambiente computacional, como haberlo integrado al grupo de la escuela, donde antes tenía dificultades.
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Capital social
He visto lo mismo con mis hijos. Alquilé un servidor para ellos y se ha convertido en un sitio de reunión para ellos y algunos de sus amigos. Es un espacio útil, pues de otra manera, ellos no suelen salir a jugar con amigos como hacían sus padres cuando jóvenes.
El profesor Joel Levin ha visto el efecto positivo que Minecraft puede tener en las relaciones entre los escolares, especialmente en esos que podrían verse marginados por ser considerados muy metidos en la tecnología.
“De pronto, esas habilidades computacionales se vuelven transferibles en capital social”, dice Levin, cofundador de Minecraftedu, un proyecto para mostrar cómo el juego puede ser usado en salones de clases.
Unas 1.500 escuelas lo están usando como herramienta de enseñanza y no sólo en lecciones de ciencias de la computación.
Además, Levin espera que el juego pueda enseñarles a los padres algunas cosas, en vez de que ellos esperen que les enseñe cosas a sus hijos.
“Si se trata de algo sobre lo que tu hijo es apasionado, debes tomarte una o dos horas para entenderlo”.
Esa es quizá la mejor cosa del juego, el tiempo y las aventuras que hemos tenido padres e hijos jugando juntos. Como esa vez que nos emboscó un monstruo que nos metió a una caverna, y nosotros sólo teníamos una antorcha para buscar la salida.
O la primera vez que matamos al Dragón Ender, o cuando me mostraron la gigantesca casa en el árbol o… bueno, ustedes entienden.
Fuente: (BBC)