autocompasión

Nos han enseñado a buscar la motivación en cada esquina y a cultivar una ambición que nos empuje a alcanzar nuestros objetivos. La productividad se ha convertido en una constante, pero hay algo que solemos dejar de lado en este torbellino: la autocompasión. Nos regimos por el ideal de ser fuertes, pero rara vez dejamos un espacio para ser compasivas con nosotras mismas.

En ocasiones, podemos sentir una gran simpatía por los demás. Somos expertas en ofrecer un hombro solidario, palabras amables y consejos llenos de empatía. Sin embargo, cuando se trata de nosotras, ¿dónde queda esa comprensión? La autocompasión se convierte en un desafío mayor que la simpatía hacia los demás.

¿No es curioso cómo somos nuestras críticas más duras? Nos exigimos sin límites, nos culpamos por no ser perfectas y nos sumergimos en la idea de que el autocuidado es un lujo que no nos podemos permitir. ¿Pero qué pasaría si nos diéramos el mismo amor y respeto que ofrecemos a los demás?

La autocompasión no se trata de justificar nuestros errores o excusar la falta de esfuerzo. Es más bien un abrazo gentil en esos momentos difíciles. Es reconocer nuestras emociones, aceptar nuestras imperfecciones y darnos la oportunidad de aprender y crecer desde el amor propio.

¿Y si nos permitimos sentirnos mal sin juzgarnos por ello? ¿Si nos damos permiso de descansar cuando nuestro cuerpo lo necesita? Aceptar que no siempre estaremos al 100%, que a veces tropezaremos y que está bien pedir ayuda cuando lo necesitamos.

La autocompasión no es debilidad, ¡es un acto de valentía! Es reconocer que merecemos el mismo cuidado y apoyo que brindamos a los demás. No se trata de ser egoístas, sino de equilibrar la balanza entre ser compasivas con los demás y ser gentiles con nosotras mismas.

Si quieres practicar más la autocompasión en tu día a día, quizá estos ejemplos te ayuden a entender mejor esta idea:

  1. Pregúntate: ¿Qué necesito?: Cuando te sientas frustrada por algo, en lugar de sumergirte en pensamientos negativos, identifica tus necesidades reales. Al hacerlo, estás canalizando una parte importante de la autocompasión que te permite encontrar soluciones y herramientas para crecer y aprender.
  2. Mano en el corazón: El simple acto de tocar tu corazón o mejilla puede ser transformador. Este gesto disminuye los niveles de cortisol, reduciendo el estrés, y activa el nervio vago, parte del sistema nervioso que regula la calma.
  3. Reconoce tus momentos difíciles: Identifica situaciones que desafían tu compasión contigo misma. Este reconocimiento te ayuda a dirigir la bondad hacia ti en esos momentos, fomentando cambios positivos.
  4. Observa tu diálogo interno: Analiza cómo te hablas internamente. Enfocarte en una voz interna más positiva, especialmente en momentos difíciles, te ayuda a afrontarlos con más comprensión y aceptación, lo que influye en tu bienestar emocional.
  5. Celebra los logros pequeños: Establece metas alcanzables y celebra los pequeños triunfos. Reconocer estos logros, por más pequeños que sean, es fundamental para incorporar la autocompasión en tu vida diaria. Los cambios significativos a menudo comienzan con pasos pequeños y accesibles.

Así que, tomémonos un momento. Conectemos con esa parte de nosotras que necesita un poco más de cariño. Permítete sentir, fallar, aprender y crecer con amor propio. Porque al final del día, la autocompasión no solo nos fortalece, sino que nos permite ser más empáticas y solidarias con el mundo que nos rodea.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.