Los cachalotes son mamíferos relativamente plácidos y han ocurrido muy pocos incidentes en tiempos modernos que indiquen lo contrario. Estos animales se alimentan principalmente de calamares y raramente atacan, solo lo hacen -aparentemente- cuando confunden a otros mamíferos con focas o presas.

En su libro publicado en 1839 sobre la historia natural de los cachalotes, Thomas Beale, un cirujano a bordo de un ballenero, describe al cachalote como “uno de los animales más tímidos e inofensivos, dispuesto a escapar de cualquier cosa que tenga una apariencia inusual”.

No obstante, Richard Bevan, zoólogo y profesor de la Universidad de Newcastle, en Reino Unido, señala que la ballena puede recordar si fue atacada en el pasado.

“No tengo la menor duda de que un cachalote puede recordar si lo atacaron con un arpón y puede responder agresivamente si siente que está amenazado”, explica Bevan.

“Por otro lado, una nave grande como es un ballenero tiene todo el aspecto de una gran amenaza, incluso para un cachalote adulto, por eso imagino que lo más probable es que al verlo, se aleje”.

Sin embargo, la literatura del siglo XIX parece indicar lo contrario: hay numerosas historias cuya trama gira alrededor del ataque premeditado de una ballena -o varias- a una embarcación.

¿Son acaso una respuesta a una amenaza, ocurren por hambre o como en la clásica novela de Herman Melville, se trata de un acto de venganza?

La trágica historia del Essex

Gregory Peck (segundo, desde la derecha) encarnó al capitán Ahab en la versión de Moby Dick filmada en 1956.

En 1820, una ballena gigante, de cerca de 26 metros de largo -la longitud típica es de 15 metros- atacó y hundió a un barco estadounidense llamado Essex. La tripulación acabó en tres botes a miles de kilómetros de la costa.

Solos en medio del Océano Pacífico, los hombres tuvieron que decidir si ir hacia las islas más cercanas, a miles de kilómetros hacia el oeste, con viento a favor, o realizar un viaje épico de casi 5.000 kilómetros para llegar a las costas de América del Sur.

El miedo a los caníbales los forzó a elegir como destino América del Sur.

Nunca llegaron.

De los 21 miembros de la tripulación a bordo del Essex, sólo ocho fueron rescatados después de más de 80 días en altamar. Relataron al regreso una historia increíble marcada por el hambre, la deshidratación y una desesperación imposible de imaginar.

Dos de los sobrevivientes escribieron la historia.

Owen Chase publicó su relato a los pocos meses de regresar y su texto fue leído por un público numeroso.

El otro, escrito por Thomas Nickerson 50 años más tarde, nunca llegó a publicarse. Fue descubierto en un ático en 1960, 80 años después de su muerte.

PInturaLa caza de ballenas era un negocio muy lucrativo en el siglo XIX, cuando se usaba el aceite de cachalote para encender las lámparas y para hacer velas y jabón.

Los textos difieren en algunos detalles, pero ambos coinciden en su versión de cómo se hundió el barco.

Herman Melville escuchó la historia, se reunió con el capitán del Essex y así fue como se inspiró para escribir su novela Moby Dick.

El título de la obra fue tomado del nombre de una ballena real: Mocha Dick, avistada por primera vez en siglo XIX por un grupo de marineros cerca de la isla Mocha, en el sur de Chile.

Los marineros solían darles nombres a las ballenas como si fueran mascotas.

Tom y Dick eran nombres comunes.

Mocha Dick era una ballena albina, descrita por el explorador Jenimiah Reynolds como un cachalote de “tamaño y fuerza prodigiosa… blanco como la lana”. Según cuenta la leyenda, el animal mató a 30 hombres. Tenía el cuerpo lleno de heridas de los muchos intentos que se hicieron por atraparlo hasta que finalmente lo lograron, en 1838.

Cerebros gigantes

Descritos en ocasiones como leviatanes -unas bestias marinas que aparecen en el Antiguo Testamento- los cachalotes son en verdad criaturas de proporciones míticas.

Tienen los dientes más grandes de todas las ballenas y llegan a vivir más de 60 años.

Pueden bucear a más profundidad que cualquier otro mamífero marino -hasta unos tres kilómetros- para cazar su manjar preferido: el elusivo calamar.

Sin embargo, lo que más sorprende es que tienen el cerebro más grande del planeta, uno que, de cierta manera, es más complejo que el de los seres humanos.

Su corteza cerebral es más complicada que la nuestra y son criaturas sociales que establecen vínculos fuertes, permaneciendo en grupos estables, y creando relaciones que mantienen de por vida.

Lindy Weilgart, investigadora asociada del departamento de Biología de la Universidad Dalhousie, en Canadá, cree que “para recordar todas sus complejas relaciones familiares (familiares cercanos, lejanos e individuos que no pertenecen a su grupo) necesitan tener buena memoria”.

De hecho, esta capacidad para recordar incidentes traumáticos del pasado puede haber sido lo que desencadenó el incidente que acabó hundiendo al Essex.

“Yo creo que un cachalote tiene la capacidad de agresión necesaria para atacar un barco, sobre todo una madre, si su hijo está amenazado”, explica Weilgart.

“Sé que los balleneros por lo general arponean a ballenas jóvenes, pero las mantienen vivas para atraer al resto del grupo familiar que viene en su ayuda”.

“Luego arponean a las adultas”, dice, una práctica “particularmente cruel”.

Pero para Bevan, “si bien los cetáceos tienen cerebros grandes, esto está vinculado a su capacidad para procesar sonido y no tiene que ver, necesariamente, con la inteligencia”.

Venganza vs. azar

Si pueden o no sentir emociones, como el deseo de venganza, es un tema que está en disputa. En el caso del Essex, una posibilidad es que la ballena haya cambiado su curso bajo el agua a último momento, y sin darse cuenta chocara con el barco.

“Las olas se agitaban en todas las direcciones a su alrededor por los continuos golpes de su cola. Con su cabeza medio fuera del agua se acercó a nosotros y otra vez azotó al barco” – Owen Chase, tripulante del Essex

“Es más probable que la nave accidentalmente se estrellara con la ballena y que la colisión produjera una fuga lo suficientemente grande como para hundir al barco”, asegura Per Berggren, profesor de ciencias marinas de la Universidad de Newcastle, en Reino Unido, y especialista en mamíferos marinos.

Pero lo que es notable, en la historia del hundimiento del Essex, es que el cachalote volvió para golpear la nave por segunda vez.

“Giré y la vi… justo frente a nosotros”, escribió el marino Owen Chase, “acercándose al doble de velocidad, con furia renovada y deseo de venganza”.

“Las olas se agitaban en todas las direcciones por los continuos golpes de su cola. Con su cabeza medio fuera del agua se acercó a nosotros y otra vez azotó al barco”.

“Fue como si la nave hubiese chocado contra una roca y se hubiese quedado temblando por unos minutos como si fuese una hoja”.

El hombre, su depredador

TilikumTilikum, una orca cautiva, estuvo involucrada en un incidente en 2010 en el que murió su entrenadora.

Investigaciones recientes muestran que las ballenas son conscientes de sí mismas, sensibles y más inteligentes de lo que se pensaba. Pueden sentir dolor y sufrir, y por lo tanto tienen potencialmente cierto nivel de función cognitiva. También se cree que pueden experimentar sentimientos de amor.

Los cachalotes no tienen muchos depredadores. Se sabe que han sido atacados por orcas en el pasado y, en ocasiones, por tiburones. Pero desde principios de 1700 el depredador más importante es el homo sapiens.

La caza de ballenas era un negocio lucrativo en el siglo XIX, debido a que su aceite era muy valioso. Este se utilizaba como combustible para lámparas y para fabricar velas y jabones.

Hacia mediados de 1800 había cerca de 900 barcos balleneros en altamar, cuyo destino final eran mayormente puertos en Estados Unidos. Cada viaje demoraba entre unos tres y cuatro años.

Para mediados del siglo XIX, el número de ballenas se estaba reduciendo rápidamente. Pero con el descubrimiento en 1859 de petróleo en Pensilvania, EE.UU., la industria ballenera de ese país desapareció casi por completo hacia el inicio de la I Guerra Mundial.

La caza de ballenas es ahora ilegal en casi todo el mundo, aunque todavía se practica en algunos países como Japón y Noruega, y la preocupación por el bienestar de estos mamíferos en cautiverio es un tema frecuente en los medios de comunicación.

El documental Blackfish -sobre una orca en cautiverio en el parque temático SeaWorld en Orlando, EE.UU., vinculada a una serie de muertes- da a entender que una ballena puede desarrollar un comportamiento psicótico si vive encerrada.

Cuando uno de los personajes de la novela de Melville le dice al capitán Ahab que Moby Dick no lo está buscando sino que es él quien está detrás de ella, es muy probable que le esté diciendo la verdad.

Si la ballena que atacó al Essex la noche del 20 de noviembre de 1820 lo hizo a propósito o no, es algo que nunca sabremos. Pero el rumor, fascinante por cierto, de su sed de venganza, vivirá por siempre.

(BBC)