Mientras que los hombres que hacen esta clase de compromiso tienen buenas intenciones para tener un matrimonio y vida sexual plenas, investigaciones indican que las creencias sobre la sexualidad y el género que se llevan de la mano con esta clase de promesa de abstinencia no necesariamente equivalen a una transición a una vida sexual casada.

Pero se sabe poco de los hombres que llevan a cabo esta clase de promesa en comparación con las mujeres. Así que en el 2008 se llevó a cabo una investigación de un grupo de apoyo que consistía en 15 hombres que se reunían en una iglesia y se juntaban con el propósito de brindarse apoyo para abstenerse del sexo hasta el matrimonio.

Se veían una vez a la semana y se sentaban en sillones, comiendo pizza o platicando de videojuegos hasta que tarde o temprano empezarían a discutir el tema que los une: el sexo.

Estos hombres ven el sexo como algo sagrado, un regalo de Dios que sólo debe disfrutarse dentro del matrimonio. A la vez, estos hombres luchan con lo que ellos describen como “los elementos bestiales”–o tentaciones– de la sexualidad.

Estos hombres luchan contra el uso de la pornografía, la masturbación, lujuria y deseos con el mismo sexo, todo lo cual puede descarrilar a estos hombres de su promesa.

Esto causa un problema: para estos hombres, el sexo es tanto un acto sagrado como uno bestial. Sin embargo, logran llevar esta contradicción a cabo al ejercer su masculinidad discutiendo lo difícil que es resistir las tentaciones en lugar de presumir sus conquistas sexuales.

Estos hombres creen que el tiempo y el trabajo requerido para mantener esta promesa eventualmente resultaría en un matrimonio feliz y saludable.

¿Así que qué es lo que sucedió con estos hombres una vez se casaron? Para el 2011, todos menos uno del grupo estaban casados, pero mientas que esta transición a la vida casada conllevaba promesas de disfrutar ahora de su “regalo sagrado de Dios,” este regalo no fue lo que creían.

Estos hombres aún luchaban contra las tentaciones “bestiales” de la sexualidad. Además tenían que preocuparse por la infidelidad ahora, y lo peor es que ya no tenían a su grupo de apoyo para ayudarlos con estas tentaciones.

Existen dos razones detrás de este desarrollo: desde pequeños, a estos hombres se les educó con la idea de que las mujeres no son sexuales. A la vez, estos hombres también crecieron con la idea de que sus esposas estarían siempre disponibles para su placer.

Esta doble moral va con las ideales culturales de la relación entre la feminidad y la pureza, pero es una contradicción que deja a los hombres indispuestos de abrirse con las mujeres con quienes están teniendo sexo.

Estos hombres no hablaban con sus esposas sobre el sexo y las tentaciones, en lugar, discutían libremente el sexo o la tentación con sus compañeros de apoyo para reprimir la tentación al imaginar la devastación que cualquier desvío podría conllevar.

Además, estos hombres ya no podían buscar apoyo entre ellos debido a sus propias ideales sobre la masculinidad. Se les fue prometido un regalo sagrado: una vida sexual activa con un matrimonio pleno. Sin embargo, muchos no estaban completamente satisfechos, cosa que es evidente por su tensión entre lo “sagrado” y lo “bestial.” Así que al abrirse por estas luchas, estarían admitiendo su derrota como un hombre cristiano y masculino.

Al final, los estudios indican que una promesa de abstinencia sexual funciona para apoyar una idea de masculinidad que deja en desventaja tanto al hombre como la mujer. Después de 25 años escuchando que el sexo es algo peligroso que debe ser controlado, la transición al matrimonio y la vida sexual resulta difícil.

Así que cuando fomentamos la idea de la abstinencia en lugar de conversaciones saludables sobre el sexo y la sexualidad, podríamos estarle restando el valor a las relaciones que son la meta de estos compromisos en primer lugar.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.