¿Es posible que exista alguien que no haya probado en su vida una verdura o una fruta? La respuesta es “sí” y el nombre de la persona es Faye Campbell, una británica de 21 años cuya historia ha sido recogida por varios medios de su país debido a sus extraños hábitos alimenticios, que básicamente consisten en ingerir solamente comida chatarra.
“La idea de comer vegetales o cualquier tipo de fruta, me hace sentir físicamente mal. Incluso ponerlos cerca de mi boca me aterroriza”, dijo la joven al canal online Barcroft TV, y agregó que incluso si su mamá está cocinando un plato con esos ingredientes, ella debe estar lo más lejos posible de la cocina porque no soporta el olor. “A veces debo abrir todas las ventanas de la casa para que se vaya”, sostuvo.
Sin embargo, su disgusto por los alimentos que el común de la gente considera sanos, no se debe a una simple “maña”, sino que sus razones son un poco más profundas y se remontan a su niñez. Esto porque desde que nació, cada vez que comía algo, sentía luego un malestar que ella describe como una verdadera agonía. Pero esto no le ocurría cuando ingería papas fritas, de manera que durante buena parte de su vida éstas fueron su única fuente de alimentación.
“Mis padres ponían algo delante de mí y yo lo tiraba hasta el otro lado de la habitación (…) Probaban, probaban y probaban, pero yo simplemente no lo comía. Era realmente frustrante para ellos no saber qué me ocurría”, relató.
No obstante, cuando Faye tenía 12 años, los médicos descubrieron cuál era su problema: reflujo gastroesofágico, una condición que provoca indigestión crónica y acidez. Pero a pesar de darle solución con los medicamentos indicados, la joven quedó con fobia a la comida.
“Simplemente hay algo en mi cerebro que dice ‘uf’ cada vez que me enfrento a nuevos alimentos y entro en modo pánico (…) Tan pronto como la fobia se activa, yo no me atrevo a comer, no puedo ni pensar en dar un mordisco”, confesó.
Sana y sin sobrepeso
Tal es su aversión a probar nuevas cosas que Faye debió asistir durante un par de años a terapia con un psicólogo, gracias a lo cual su menú dejó de consistir sólo en papas fritas, y se amplió a pizzas, hamburguesas, fideos y queso.
Y a pesar de que la joven se alimenta todos los días de comida chatarra y no hace ejercicio, sólo pesa 62 kilos. Además, aseguró que nunca ha tenido problemas de salud.
Sin embargo, sí hay un detalle que le desagrada de su extraña dieta: interfiere con su vida amorosa. ¿La razón? Aunque sus pretendientes tengan todas las intenciones de conquistarla llevándola a cenas románticas, sus citas siempre terminan en un restaurante de comida rápida.
“Una vez uno hizo una reserva en un encantador lugar italiano, pero terminamos en un McDonald’s porque yo no podía soportar comer nada de lo que aparecía en el menú”, contó.
También ha afectado su vida familiar, ya que mientras sus padres y hermana almuerzan o cenan comida casera, ella come algo totalmente diferente en un lugar distinto de la casa. “He llegado al punto de que soy feliz comiendo una pizza en el living, mientras ellos comen en la cocina. Esto se ha convertido en una rutina para nosotros”, señaló, y agregó: “Mi familia desearía que pudiera sentarme con ellos y comer todos juntos, pero simplemente no puedo hacerlo”.
“Me encantaría ir a un restaurante y comer con normalidad, pero en mi mente tengo esta fobia (…) Me gustaría comer como una persona normal, pero hasta que no logre vencer mi fobia a la comida, ese día no llegará en mucho tiempo”, concluyó.