Wangechi Mutu es originaria de Nairobi, Kenya, pero desde 1990 se instaló en la ciudad de Nueva York para enfocarse en sus estudios de Bellas Artes y Antropología, conocimientos que combina en la producción estética en medios tan diversos como la instalación, el vídeo, la escultura y collages a gran escala en los que entremezcla la artesanía tradicional africana con aquello que corresponde al presente social.
Su trabajo se encarna en un arte híbrido a través del que cuenta historias y documenta mitos desde las cicatrices causadas por la imposición cultural que le tocó vivir; situación dividida entre su identidad histórica en la política africana contemporánea y la moda, tendencias que forman un patrimonio cultural en peligro.
Desde su posición como mujer y los conceptos estereotipados alrededor de ello, comenzó a cuestionarse constantemente ¿Qué significa ‘mujer’, o incluso ‘hermosa’? una problemática impuesta a estos conceptos la llevaron a reinterpretar el retrato femenino en búsqueda de nuevos paradigmas con los cuales identificarse. Finalmente, a manera de respuesta, creó metáforas figurativas de una súper-raza femenina futurística evolucionada que busca una identidad más globalizada.
Wangechi Mutu explica, “Hay un movimiento constante hacia historizar África, convirtiéndolo en este lugar arcaico… parte de mi desafío es imaginar, desde la oscuridad, la existencia de elementos africanos en la cultura del futuro y cómo esto es posible. En mi obra, la figura de catarro uterino es a la vez un chamán y un cyborg, figuras que se mueven entre el tótem y la invención tecnológica, la tierra amarillenta que da un aura de reverencia histórica moderna del cartucho de revistas brillantes que me recuerdan al despiadado negocio de diamantes”.
La homogenización del concepto de la mujer contemporánea no es más que una máscara que habrá que desprender del rostro para mostrar su verdadera naturaleza. La doble intención de los materiales seleccionados para crear su obra le permiten recortar, pegar, esculpir y pintar como una diosa siniestra en la formación de un concepto de guerreras confundidas y heridas, entre la máquina, el animal y partes de monstruos, como producto de la separación humana a la que han sido sometidas.
Los caricaturescos retratos son piezas en las que utiliza cinta de embalaje como referencia a la migración y las soluciones baratas en los atributos físicos de los rostros de mujeres vanidosas que llevan su estilo de vida en aquello que dicte la revista de moda. Es en la ironía de estos recortes tomados de las mismas revistas donde plasma la distorsión social, y sobre todo racial, de los prototipos de belleza, principalmente occidentales, que se insertan en la mente como cualquier otra enfermedad.
“La ideología está implícitamente ligada a la forma corpórea. Ante una preferencia de físico europeo, infringido y adaptado por los africanos, resulta en la diferencia jerárquica un genocidio”.
De la corrupción y la violencia se crea una belleza glamorosa como un valor cultural designado. Entre la repulsión y lo ridículo de estos estándares, nacen raros posthumanos agresivos y brutales, una belleza grotesca que va más hacia la destrucción que a una reparación, comparándolos con atrocidades de guerra como amputaciones, operaciones, trasplantes y prótesis tortuosos.
Las figuras femeninas se convierten, entonces, en una parodia entre las mutilaciones de sus formas grotescas empañadas por modificaciones perversas autoinfrigidas de la cirugía plástica; en la visión de Muto, el cirujano crea una ilusión médica lejos de la “perfección” que convierte a las mujeres en una subespecie primitiva y proféticamente alienígena.
Su obra se convierte en un viaje de recortes que pueden ir desde revistas médicas/científicas, glamour/moda, política/social o pornografía en las que la crítica severa va más allá de la vanidad para tratar temas que le competen a toda mujer desde la maternidad, las enfermedades venéreas y otros cánceres orgánicos y sociales.
“Mutu tiene un interés primordial en los asuntos relacionados con las mujeres y siempre centra su enfoque en protagonistas femeninas. Pero también utiliza la forma femenina para investigar y analizar cuestiones más amplias que van desde el colonialismo y el desplazamiento, el ritual y la transformación, el hambre y el consumo a la percepción de África como primitivo y la erotización del cuerpo femenino negro. Ella nos muestra el mundo como ella lo ve, a través de su lente feminista y Afrofuturist “.- Trevor Schoonmaker
Su trabajo se ha expuesto en galerías y museos de todo el mundo incluyendo el San Francisco Museum of Modern Art, el Miami Art Museum, la Tate Modern de Londres, el Studio Museum de Harlem en Nueva York, el Museo Kunst Palast de Düsseldorf, Alemania, y el Centro Pompidou en París. Su primera exposición individual en norteamérica inauguró la Art Gallery of Ontario, en marzo de 2010. Actualmente vive y trabaja en Brooklyn, Nueva York.
Fuente: CulturaColectiva