Muchos se dice, se escribe y se escribirá sin agotar el tema. Sin duda uno de los asuntos más importantes e incomprensibles para todo hombre que se jacte de serlo y que se preocupe por serlo. La feminidad está en todos lados, es parte importante de la esencia de la naturaleza; de la contención, del control, de la posesión, de la creación, de la creatividad, de la crítica, de la perversión, del amor, de la envidia, de la traición entre ellas, de la lealtad y deseo al hombre.
Es sinónimo de lo complejo, de lo absurdo, de lo bello, de lo curvo, de lo tenue, de soportar dolor, de lo maternal, del orden, del deber ser, del gozar, del recibir, del transformar. Creadas o no a semejanza del hombre, antes o después, mejores o peores, eso, no importa. Complementarias y diferentes, gracias a Dios que existen, y por Dios mismo que se mantengan femeninas. La mujer y las mujeres han sido, son y serán parte fundamental de este país, de su historia, de su razón de ser, de sus creencias, de sus dogmas. México curiosamente “macho” es un país enormemente femenino. El valor, el soporte, la fuerza de la mujer, están por todas partes. Se bendice, se protege, se venera a la imagen de la mujer; en la mujer que nos pario, en la mujer deseada, en las abuelas, en las revolucionarias, en la imagen de la virgen para los dogmáticos.
En un país donde el hombre abandona, donde el hombre no madura, donde el hombre no provee, la mujer tarde o temprano sale al rescate, como puede, de donde puede. Dolida, enojada, embarazada, abandonada, buscando y deseando que su “hombre” aparezca, triste y generalmente repitiendo historias, el mismo macho en diferentes hombres. Sin duda, en mayor o menor grado responsable de su entorno, de su situación. La mujer, tarda en dejar el victimismo y al lograrlo, se enaltece. Por naturaleza la mujer tiende a controlar a los hijos, al marido, al amante, a la pareja. Su lucha interna está en saber controlar óptimamente, aunque ella no lo sepa, no lo admita.
Es el control adecuado que la ayuda a ser guía, a complementar, a cobijar, a engrandecer su feminidad, en lugar del terrible control tirano y sutil, que asfixia y castra, que mata. Crear es lo suyo, sin embargo, su propia capacidad creativa las puede traicionar, curiosamente, si no controlan esa gran creatividad, si se dejan llevar, es parte de su perdición. Crear positivamente o negativamente, pero crear al fin y al cabo. La mujer quiere tener lo suyo; su hombre, su casa, sus hijos, sus amigas, sus muebles, su ingreso seguro. Es territorial y no comparte, aunque ella diga que sí, sobre todo con la amiga. No hay enemigo más terrible para una mujer que otra mujer, aun más terrible si son o fueron amigas, si se tienen o se tuvieron confianza. Su crecimiento es cíclico y, sustentado en la feminidad se vuelven imparables, productivas y exquisitas.
Mas femeninas más poderosas, mas sustentables. Tristemente hoy, en una carrera de competencia mal entendida con el hombre, muchas de ellas se enrolan en la vulgaridad, en el materialismo absurdo, en la lucha mal entendida. Desde años, buscan destacar, participar, hacerse notar, contra corriente, en un mundo de hombres. Lo logran, aunque muchas terminan perdiendo su feminidad en ese afán de competir, de demostrar, de ser lo que no son. La competencia feroz a muchas las envuelve, las trastorna, a las más fuertes, a las más capaces, les acentúa su propia feminidad, las distingue. El Crecimiento de todo hombre, de toda mujer se vinculan y complementan con la feminidad y la masculinidad respectivamente, cuando cada uno a su debido tiempo y de manera adecuada saben complementarse. Pero sin duda, la sustentabilidad, es femenina, empieza cuando se engendra la vida, se contiene, se sustenta, se abriga y termina cuando la madre les deja partir. Las mujeres son y serán parte importante de este país, hoy y siempre y sin duda entre más femeninas más hermosas, aunque muchas ya no lo crean.
Para Reflexionar
Alfonso del Valle Azcué