La exposición “Tiempo de jugar” fue abierta hoy en el Museo Nacional de Antropología (MNA). Apenas terminó la breve ceremonia oficial, niños y adultos comenzaron a juguetear ante la mirada orgullosa y no menos complaciente de los funcionarios del lugar, como Marco Barrera Bassols.
“¡Quedó hermosa la exposición; muy ilustrativa para todo público!”, dijo con una amplia sonrisa Barrera Bassols, coordinador nacional de Museos y Exposiciones del Instituto Nacional de Antropología e Historias (INAHG), organismo que diseñó y realizó el montaje de esta exposición.
Los invitados, primero tímidos y luego más que elocuentes, jugaron tal y como lo hacen los habitantes de comunidades y pueblos indígenas del país, al tiempo que en pantallas de televisión se proyectaban videos e imágenes de quienes de manera cotidiana juegan con juguetes hechos básicamente con elementos de la naturaleza.
Las pequeñas mesas, dispuestas precisamente para esa actividad, se ocuparon de inmediato. Sin embargo, todos quienes permanecieron al margen de los juegos igualmente se divirtieron, porque tan sólo ver cómo se desarrollan esas lúdicas actividades, aportó alegría, un remanso de paz en medio de la agitación diaria.
La exposición reúne más de 70 juguetes tradicionales elaborados por 22 grupos indígenas de distintas regiones de México. Están en las vitrinas, pero y también en las mesitas, como lo preparó para la apertura Alejandro González Villarruel, subdirector de Etnografía del MNA y curador de la alegre muestra.
“El juego ha servido para que los pueblos indígenas transmitan su cultura de una generación a otra. A través de los juguetes, niños y niñas aprenden los roles que desempeñan los miembros de una comunidad en su vida adulta y se vinculan con otros seres de la naturaleza y las deidades”, dijo antes González Villarruel.
El juego tiene normas, valores y metas, premios y castigos, como la vida misma, de tal modo que cuando el niño juega, aprende. Con los juegos, los pequeños habitantes de las comunidades indígenas ejercitan formas de relacionarse con los miembros de su grupo sociocultural y participan en el trabajo y los rituales.
La exposición deja ver esa importancia del juego en los procesos de socialización, al mismo tiempo que permite a los infantes de la ciudad sepan cómo juegan los niños indígenas, porque, de acuerdo con el especialista, es una exhibición dirigida al público infantil, aunque los adultos retoman al instante sus años de infancia.
Un balero de delgados aros elaborados de calabaza, con el que juegan yumanos en Baja California ensartándolo en el palo, contrasta con el camión de gruesa madera de pino y plataforma de metal que se construyó para algún tarahumara, y hay también muñecos totonacos de la comunidad de El Tajín, en Veracruz.
Los caballitos de madera comparten espacio con los largos palos de mezquite en forma de bastón para jugar piak, juego tradicional de los indígenas cucapá, pai pai y kumiai de Baja California, que se juega en una cancha de tamaño similar al de un campo de futbol, con dos porterías y dos equipos de tres personas cada uno.
La mayor parte de los 70 objetos pertenecen al acervo etnográfico del MNA y sólo 12 fueron prestados por coleccionistas particulares. La exposición se divide en cinco atrayentes núcleos temáticos: “Introducción”, “Roles y oficios”, “Medio natural”, “Calle, espacio público para aprender” y “Cosmovisión y ritual”.
Entre las piezas vinculadas con los rituales destaca indumentaria infantil de los pueblos totonacos de Veracruz y mazatecos de Oaxaca. También se exhibe una pequeña máscara de jaguar que usan los nahuas de Guerrero en la danza del tigre, para adentrar a los niños en ese rito de gran importancia para ese grupo étnico.
Hay animales modelados en cera de Chiapas y una canoa. También cañuelas, juego que guarda relación con las cuatro estaciones y los 12 meses del año, ya que el número de palos o “dados” es de cuatro y el puntaje necesario para ganar el juego es de 12, que alude al mismo número de lunas anuales; es decir, une diversión y cosmovisión.
En “Tiempo de jugar” también se exhibe un aro hecho de ramas trenzadas y lo acompaña un palo largo, que sirven para jugar a la arigüeta entre los tarahumaras. El juego consta de dos equipos formado por cuatro jugadoras (sólo mujeres), cada una hace su arigüeta (aro de 10 cm) de vara de zacate, palmillo o sotol.
El aro es enredado con tela roja y su práctica consiste en que cada equipo toma su arigüeta con el palillo y lo lanza hacia adelante muy fuerte, mientras corren para alcanzarla y la vuelven a lanzar hasta llegar al final de la carrera, la cual debe completar 10 vueltas que equivalen a un día. Al final, la que llega primero gana.
La exposición de juguetes se complementa con un video y un bien dotado centro de documentación donde los visitantes pueden consultar más información sobre el tema del juego. “Tiempo de jugar” permanecerá abierta al público hasta junio próximo en el Museo Nacional de Antropología, junto a la Sala Otopames.
México, 26 Abr. (Notimex)