Ya sabemos un poco de la histeria y de la obsesión, ahora hablemos un poco de la fobia.

La histeria de angustia es la forma en la que el psicoanálisis se refiere a este síntoma en particular. El término deriva del griego phobos que representa al miedo, inclusive los griegos para conjurar el miedo durante el combate honraban a Fobos antes de comenzar las batallas. En psiquiatría el término se utilizó a finales del siglo XIX para referirse al terror continuo que un sujeto siente ante un ser vivo, un objeto o una situación, que en realidad no representan algo amenazante.

El ámbito psiquiátrico considero a la fobia como una neurosis, dándole un valor estructural, y al llamarlo fóbico, se podía referirse a un sujeto sin necesidad de identificar el objeto de su fobia. Es por esto que Freud decide llamarla “Histeria de Angustia”, término acuñado por Stekel, este término le permitía a Freud ubicar la sexualidad como centro del síntoma fóbico. En un principio se percató de que los síntomas fóbicos se presentaban en diversos trastornos neuróticos y psicóticos, apareciendo constantemente en trastornos obsesivos.  Y fue a partir del análisis de Herbert Graf, el caso Juanito, que Freud se da cuenta que la fobia es el síntoma central de una neurosis, la histeria de angustia. Esta se caracteriza en que la libido no es convertida, sino liberada en forma de angustia.

Después de Freud la terminología se modifico y la histeria de angustia fue desapareciendo dejando lugar al término fobia. Jacques Lacan fue el único que desarrollo una concepción estructural de la fobia, es por eso que en su seminario se refirió al objeto fóbico como un significante que enmascararía la angustia fundamental del sujeto. Esta angustia puede relacionarse a la amenaza de castración que la figura del padre representa en el Complejo de Edipo, y como el sujeto se ve obligado a estar en presencia del objeto amenazante, aunado a que le produce un conflicto de sentimientos hacia el padre, desplaza la angustia hacia un objeto que en realidad no es amenazante para poder coexistir con su amenaza simbólica, su padre.