A Edwin Vélez le costaba atarse los zapatos. Pedía mesas especiales en los restaurantes y bromeaba constantemente sobre su peso para tapar lo incómodo que se sentía sobre su apariencia.
“Seré grandote, pero soy sexy”, solía decir.
Pero por dentro, Vélez, un maestro de Albertville, Alabama, quería cambiar.
Adjudica sus problemas con el peso a los malos hábitos alimenticios que aprendió de chico. Creció en una familia hispana, con una dieta basada en arroz, frijoles y mucha comida frita. Su familia se mudó de Puerto Rico a Florida cuando tenía cuatro años.
De adolescente, Vélez disfrutaba jugar al béisbol, pero después del segundo año de secundario, y con un peso de 113 kilogramos, debió abandonar el deporte porque lo dejaba exhausto.
En la universidad, sus hábitos alimenticios empeoraron. Como varios estudiantes, comía todo lo que fuera barato y estuviera rápidamente disponible, como hamburguesas, papas fritas y patitas de pollo.
Ya adulto, llegó a pesar 140 kilos.
Un día, viendo fotografías de un viaje de primavera a las Bahamas, se dio cuenta de su problema de sobrepeso.
Vélez se puso el objetivo de bajar 45 kilos en un año antes de su próximo viaje. Cambió su dieta, su rutina de ejercicios y, lo más importante, su actitud.
Comenzó caminando 45 minutos todas las mañanas y pronto pudo empezar a trotar.
“Solo después de bajar unos 15 kilos decidí unirme a un gimnasio”, dice Vélez. “Es intimidante”, agrega.
Una vez allí, empezó a levantar pesas y sumar músculo para esculpir su cuerpo ideal. Pero “eso no ocurre solo en el gimnasio; también ocurre después del gimnasio”, asegura.
Abandonó las gaseosas, los dulces y los carbohidratos para concentrarse en comidas con mucha proteína como pescado y pollo, acompañándolas con frutas y vegetales.
Como Vélez nunca había ido al gimnasio o controlado su consumo de calorías, muchos conocidos le dijeron que su objetivo era poco realista dados sus hábitos pasados.
Vélez dice ser competitivo y que esas palabras lo motivaron aún más.
“Tienes que quererlo con todas tus ganas”, indica Vélez. “Una vez que ya tienes la fortaleza mental, no puedes dejar que las palabras te tiren abajo”, añade.
Después de un año y dos meses (y 70 kilogramos menos), decidió someterse a una cirugía para eliminar el exceso de piel. Ahora planea tonificar y esculpir su cuerpo para participar en 2014 de competiciones de fitness para hombres.
Vélez dice que no tiene problemas para mantener su dieta y plan de ejercicios y que la tentación por las comidas poco saludables ya es cosa del pasado.
Tras ver la transformación de Vélez en una persona más saludable y confiada, su hermana, Zorry Padilla, comenzó su propio camino para bajar de peso.
“Siempre tenía una excusa”, indica Padilla.
Vélez ayudó a su hermana a bajar casi 20 kilos en nueve meses y ahora ambos planean correr una carrera de cinco kilómetros.
“A pesar de que no soy un entrenador personal, sé de qué se trata y quiero ayudar a otros en todo lo que pueda”, asegura Vélez.
Su gran amigo Ángel Ramírez está asombrado por los cambios de Vélez.
“En Facebook tiene muchos seguidores que intentan hacer lo que él hizo”, dice Ramírez. “Las respuestas son inmediatas cada vez que sube algo”, agrega.
Vélez dice que su actitud frente a la vida ha cambiado para bien; hoy se propone objetivos y no cesa hasta cumplirlos.
Recuerda que solía ser conocido como “el gordito gracioso”. Según Padilla y Ramírez, hoy bromea menos porque ya no necesita esconderse detrás de su peso.
“Determinación, disciplina y dedicación, de eso se trata”, concluye Vélez.
CNN