Si decides probar el yoga pero no sabes lo que te espera, aquí te decimos un poco de lo que aprenderás al leer al respecto y practicar una rutina de 15 a 30 minutos diario por 30 días.

Valoras las victorias que no tienen que ver con la báscula

Te darás cuenta que realmente no hay medidas que realmente te sirven ni que sean muy acertadas. No verás cambios externos drásticos, la victoria más grande en el yoga es cómo te sientes todo el día después de hacerlo.

Quizá sea un placebo y es todo mental, pero todas las mañanas te sentirás bien con tu cuerpo, tu alma y tu mente.

El tronido de espalda

Cada día que practiques, especialmente al principio, harás algunas transiciones de posición (digamos de perro mirando arriba a perro mirando abajo) y sentirás un tronido que no se puede describir de otra manera que altamente satisfactorio.

El yoga es de las mejores formas de estar pendiente de tu cuerpo y tu mente al mismo tiempo. Es importante porque tus hábitos y estilo de vida tienen un papel importante en tu desempeño.

Esencialmente te vuelve más consciente de tu ser, tanto físico como mentalmente.

Yoga en grupo vs. solo

El único verdadero variable constante entre las clases y practicar solo es que en las clases uno generalmente se esfuerza más por miedo de que te juzguen los demás

Pero es importante que recuerdes esto: no se trata de ser el mejor, sino de mejorar y seguir mejorando. Lo más importante es que lo hagas todos los días.

Las luchas internas

Estar presente con tu cuerpo y tu mente es mucho más fácil cuando te estás moviendo y ejercitando los músculos. El movimiento te da algo en qué enfocarte.

Una vez que entras a shavasana (la postura de muerto), tu cuerpo se queda quieto, dejando que todos tus pensamientos lleguen a la superficie. 25% del tiempo sientes algo de iluminación en este momento, el resto del 75% tus pensamientos empiezan a tomar control.

Sin embargo, lo más importante que puedes aprender cuando estás empezando yoga es que todo lo que puedes hacer es hacer tu mejor esfuerzo.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.