relaciones modernas

 

¿Por qué las relaciones amorosas son tan difíciles el día de hoy? ¿Por qué fallamos en amar una y otra vez a pesar de que tratamos de hacerlo bien? ¿Por qué los humanos se han vuelto tan ineptos para hacer que las relaciones duren? ¿Hemos olvidado cómo amar? o peor, ¿Hemos olvidado lo que es el amor?

No estamos listos. Para los sacrificios, compromisos y para el amor incondicional. No estamos preparados para hacer todo lo que se necesita para que una relación funcione. Queremos todo fácilmente. Somos cobardes. Todo lo que necesitamos para renunciar es una pequeña sacudida que nos haga temblar. No dejamos que el amor crezca y renunciamos antes de tiempo.

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Solamente estamos buscando emoción en nuestra vida, no amor. Queremos a alguien con quien podamos ver películas y salir de fiesta, no a alguien que nos entienda hasta en nuestros silencios más oscuros. Pasamos tiempo juntos, pero no nos empeñamos en crear nuevas memorias juntos. No nos gusta la vida aburrida. No buscamos un compañero para la vida, solamente nos empeñamos en encontrar a alguien que nos haga sentir vivos en este momento, en este instante. Cuando la emoción desaparece, descubrimos que no estábamos preparados para lo aburrido. No apreciamos la belleza de lo predecible porque estamos cegados por la emoción de la aventura. 

No tenemos tiempo para amar, ni la paciencia para trabajar en las relaciones. Somos personas ocupadas persiguiendo sueños materialistas y no hay espacio para el amor. En este caso, las relaciones no son nada más que pura convivencia.

Buscamos gratificación en todo lo que hacemos – lo que publicamos en línea, las carreras que decidimos seguir y las personas con las que nos enamoramos. En una relación queremos una madurez que viene con el tiempo, la conexión emocional que se desarrolla con los años, ese sentimiento de pertenencia cuando apenas conocemos a nuestra pareja. Aparentemente no hay nada que merezca nuestro tiempo y paciencia, ni siquiera el amor.

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Preferimos pasar una hora con 100 personas diferentes que pasar un día con una sola persona. Creemos que tenemos opciones, somos personas “sociales”. Creemos más en conocer personas que en conocerlas verdaderamente a fondo. Somos codiciosos. Queremos todo. Comenzamos relaciones con la mínima atracción y huimos cuando conocemos a alguien mejor. No queremos conocer lo mejor de cada persona. Queremos que sean perfectos. Salimos con mucha gente, pero rara vez le damos a cualquiera de ellos una posibilidad real. Nos decepcionamos de todo el mundo.

 La tecnología nos ha unido, tanto que es imposible respirar. Nuestra presencia física ha sido reemplazada por mensajes de texto, notas de voz, snapchats y videollamadas. No sentimos que necesitemos pasar tiempo con nuestros seres queridos. Tenemos demasiado de todos, no hay nada más de qué hablar.

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Somos una generación de ‘vagabundos’ que no se quedará mucho tiempo en un solo lugar. Todo mundo es alérgico al compromiso. Creemos que no estamos destinado para tener relaciones duraderas porque no queremos sentar cabeza. Incluso la idea de hacerlo nos aterra. No podemos imaginar estar con una persona por el resto de nuestras vidas. Nos alejamos. No gusta creer que jamás nos ajustaremos a las normas sociales.

Somos una generación que se autoproclama como ‘liberada sexualmente’. Podemos distinguir amor y sexo, o eso nos gusta creer. Primero tenemos sexo y después decidimos si queremos amar a esa persona. El sexo viene fácilmente, la lealtad no. Echar un polvo se ha convertido en el nuevo emborracharse. No lo haces porque quieras a la otra persona, pero porque buscas sentirte bien. Se trata de satisfacer nuestras necesidades inmediatamente y temporalmente. El sexo fuera de una relación dejó de ser tabú. Las relaciones dejaron de ser simples. Las hay abiertas, amigos con beneficios, aventuras casuales, one night stands, sin ningún compromiso. Hemos dejado un espacio muy pequeño para el amor en nuestras vidas.

Somos una generación práctica que se deja llevar por la lógica. Ya no sabemos cómo amar apasionadamente. Ni en sueños tomaríamos un vuelo largo solamente para ver a alguien a quien amamos. Somos demasiado sensibles para amor verdadero.

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Una generación asustada de enamorarse, de comprometerse, de terminar herido, de terminar con un corazón roto. No dejamos que nadie ni salimos de nuestra zona de confort para amar incondicionalmente. Nos escondemos detrás de muros que hemos creado nosotros mismos, buscando amor y huyendo en el momento en que lo encontramos. De pronto “no podemos tolerarlo”. No queremos encontrarnos vulnerables, no queremos desnudar nuestra alma para nadie. Somos demasiado protectores.

Ya ni siquiera valoramos las relaciones. Dejamos ir a las personas más sorprendentes por “el otro pez en el mar”.

No hay nada que no podamos vencer en este mundo, y sin embargo, aquí estamos – acobardados en el juego del amor – el instinto humano más básico.

Evolución, lo llaman.