Parecieran simples letras que solo nos sirven para expresar aquello que deseamos, para satisfacer nuestras propias necesidades y nada más. Darles más valor puede resultar innecesario, pero… Estas van más allá de una “simple” conjunción gramatical.
Existen en la actualidad más de 3,000 palabras en la legua española, que nos deberían ayudar a expresar de manera eficiente aquello que se estanca en el cerebro y necesita liberarse. La cuestión de que se encuentre ahí en una primera estancia, es para pensarse y ser citado sin problema. Nos resulta tan fácil o tan cómodo no salir de esa área de confort gramatical, que para qué arriesgarnos.
La gente (la mayoría del tiempo) no se encuentra sintonizando ese mismo canal, lo que decimos puede ser mal interpretado y pedir una disculpa por algo que ni siquiera se tiene la noción de haber sido hiriente, resulta incoherente hacerlo.
Las palabras son más que un modo de expresar lo que deseemos, pensamos o exigimos, son una poderosa arma que le fue dada al humano sin instructivo ni advertencia. Se aprende hiriendo y se reafirma de la misma manera y aún así parece no entender. No importa el medio por el cual se exprese aquella idea o sentimiento (Facebook, twitter, blog, carta postal, teléfono, cel, whatsapp, o bien de frente) cuidar lo que pretendemos es esencial, por el daño que puede causar o el mal entendido en que nos podremos encontrar. Parece cualquier cosa hasta que las consecuencias llegan.
Tal vez nuestros padres serían más cuidadosos al enseñarnos hablar, si supieran el arma que ponen en nuestros labios o ser consientes de lo que solo una palabra puede ocasionar.
“Ese instante el silencio gobernó por breves segundos, una brisa helada recorrió mi cuerpo aún a 40º afuera, el arma estaba desenfundada… Dos palabras justo en centro del corazón. Lo peor… viví para contarlo”