Los científicos tenemos una responsabilidad ética ante el desarrollo de armas químicas como las que se han utilizado recientemente en Siria, consideró Ana María Cetto Kramis, investigadora del Instituto de Física (IF) de la UNAM.

«El ataque masivo del 21 de agosto, que acabó con cientos de civiles aún no se sabe cuántos? en ese país, revivió una problemática en torno al uso, desarrollo, conservación y destrucción de estos agentes químicos letales», destacó.

Al impartir la conferencia «De la reflexión individual a la acción colectiva», instó a «no dejar que la conciencia se quede dormida» y a no estar cruzados de brazos, como ciudadanos y especialmente como científicos, para detener el uso de la ciencia y la tecnología al servicio del armamentismo.

En su ponencia, Cetto explicó que la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas, administrada en La Haya, Holanda, por la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, es uno de los acuerdos internacionales más recientes que se han establecido.

«Los primeros países signatarios la firmaron en 1993, muy tarde, pues las armas químicas existen desde tiempos remotos en la historia; se usaron para matar a mucha gente desde la Primera Guerra Mundial y actualmente se han convertido en dispositivos de destrucción masiva», acotó.

Precisamente esa utilización hizo que se reconociera la necesidad de firmar algún tratado internacional que limitara su desarrollo, uso, investigación, distribución, venta y almacenamiento, y se promoviera y obligara a las naciones firmantes a destruir sus arsenales.

«A la fecha, esta Convención ha sido signada por 188 países y hay uno más en proceso. Representan el 98 por ciento de la población global. De los arsenales, se han destruido 44 mil de las 71 mil toneladas declaradas, lo que representa el 62 por ciento. Así que de algo ha servido», consideró.

Sin embargo, inspecciones internacionales revelan que existen algunos no declarados y hay siete territorios que todavía no forman parte de la Convención.

«Siria es uno de ellos. Aunque es miembro del Protocolo de Ginebra, que prohíbe el uso de armas químicas en la guerra, tiene arsenal de potencial masivo. Tampoco ha firmado la convención Israel, que también tiene este tipo de armas», detalló en un comunicado.

Consideró que el uso de armas químicas plantea una serie de preguntas que no se pueden soslayar.

«¿Dónde y quién las desarrolla?, ¿con qué derecho legal y moral?, ¿cómo está organizado el sistema de producción?, ¿con qué recursos cuenta y quién los financia?, ¿cuáles son los intereses que hay detrás?», cuestionó.

Fuente: México, 27 Sep. (Notimex).