Con los altos precios de muchas salas, muchos se lo piensan dos veces antes de ir a ver una película. Y un asiduo cinéfilo lo último que quiere es sufrir comportamientos molestos del resto de la audiencia que puedan romper esa ilusión, ese mundo de fantasía que producen las películas.
En esta época en la que muchos quieren ver la películas en cartelera nominadas a los Oscar y otros premios internacionales, de disfrutar de una buena producción cinematográfica y vivir una gran experiencia de ver cine en una pantalla gigante dentro de una sala oscura, es un buen momento para recordar lo que no se debe hacer en una sala de cine para no molestar al resto de espectadores.
Presentamos la lista que elaboraron dos críticos de espectáculos, Simon Mayo y Mark Kermode, de lo que más les molesta cuando van al cine.
La comida
Los refrigerios en el cine deberían limitarse a golosinas blandas y suaves como pan o bizcocho, sugieren Mayo y Kermode.
Nadie quiere escuchar al vecino triturando con los dientes papas fritas, palomitas de maíz u otros comestibles tostados. Mascar chicle o lamer excesivamente una chupeta también puede producir un ruido desagradable.
Además, el olor que despiden ciertos alimentos es insoportable. Recuerden que el cine no es un picnic ni un asado.
Algunas cadenas en Reino Unido están experimentando con la prohibición de las palomitas de maíz y platos humeantes y olorosos en algunas de sus salas.
Ruidos crujientes
Producidos por doblar, enroscar o enrollar las firmes envolturas del paquetito de refrigerio que se acaban de comer.
Tratar de retirar lentamente el papel de celofán pegado a un caramelo, como si nadie escuchara, también es una indiscreción.
Igualmente lo es escarbar dentro de un bolso, moviendo todos los artículos allí adentro desenfrenadamente en busca del esquivo bombón.
Hay personas cuyo particular sentido de la moda los hace portar ropa que viene con ruido incorporado, como chaquetas y artículos de cuero que gruñen y gimen con el más mínimo movimiento.
La película ya trae sus propios efectos de sonido.
Sorbos excesivos
¿Por qué será que hay individuos que no están satisfechos con terminar su refresco y ponerlo a un lado?
No están contentos con haber consumido ya casi un galón de gaseosa, quieren sorber con la pajilla hasta la última gota que queda atrapada entre el hielo.
Sacuden el vaso de cartón como si fuera una maraca, pican con la pajilla la escarcha y vuelven a sorber.
El exceso de bebida también tiene consecuencias que causan otras molestias, como veremos más adelante.
La conversación continua
Un grito, un suspiro, hasta un exabrupto es comprensible como reacción a lo que se ve en pantalla.
Pero el comentario constante de lo que sucede en la película es sumamente molesto y rompe la ilusión.
Peor aún es la gente que cree que está en el comedor de su casa, en un café o en una peluquería y empieza una conversación que no tiene nada que ver.
El cuchicheo, los chismes, las discusiones y los debates profundos deberían llevarse a otra parte más idónea.
Los niños malcriados
No es la culpa de los menores, sino de sus padres que deciden traerlos a una película no apta para su edad.
Se aburren y, como niños que son, buscan cómo distraerse. Generalmente eso implica ruido, movimiento y estorbo para los demás.
Los padres, por su parte, ya acostumbrados a este comportamiento, no hacen el mínimo intento por controlarlos.
Se dan casos también de las parejas con recién nacidos que quieren ahorrar el precio de una niñera, o no pudieron encontrar una a tiempo y llevan el bebé al cine.
Mientras la criatura duerma, todo está bien pero eso está pocas veces garantizado.
A no ser que usted esté viendo caricaturas o la última película familiar de Disney, se le deberían encender las alarmas cuando vea una familia con niños entrar al cine.
Patear el espaldar de la silla
El espaldar de la silla de enfrente es parte del espacio personal de la persona que pagó por esa silla.
Sin embargo, hay quienes no pueden dejar de patearlo según su estado de ánimo o se sienten con el derecho de recostar los pies sobre ese espaldar.
Algunos más atrevidos logran introducir los pies por entre la separación de las butacas y acomodarlos sobre el apoyabrazos de la silla ajena.
Hablando de apoyabrazos, habría que establecer reglas claras sobre los derechos territoriales con respecto a quién y dónde le corresponde a uno apoyar el brazo.
Las peleas de codos en las salas de cine, como en un avión, son épicas.
Los celulares
Esto ya se volvió un cliché.
La mayoría de las salas tienen anuncios -algunos muy imaginativos- para recodarle a la clientela que apaguen sus teléfonos móviles, tabletas y demás dispositivos “inteligentes”.
Pero nunca falta el que se le olvida o no presta atención a la solicitud y su aparato suena en medio de una escena crucial.
Siempre parece ser la persona con el timbre personal más inapropiado y de mayor volumen.
Naturalmente, contesta, e inicia una conversación animada en voz alta.
Otros, que se pasan de listos, envían textos o activan sus aplicaciones y sus juegos, como si la iluminación de las pantallas de sus dispositivos no interfiriera con el espectáculo.
Hay una razón muy fundamental para que las salas de cine estén a oscuras.
Los que llegan tarde
No hay cosa más molesta que estar acomodado en su puesto, compenetrado con la historia que se está desarrollando en la pantalla cuando unas figuras en sombras se atraviesan o le piden a uno que se incorpore para poder encontrar sus sillas.
También sucede con los que quieren salir a comprar más confites y refrescos o los que, por el excesivo consumo de estos, tienen que utilizar los servicios. La molestia es doble porque entran y salen en un corto lapso.
Aunque no es muy usual, pero sucede, hay quienes abandonan la sala antes del final de la cinta.
Las únicas justificaciones son en una emergencia, o para sacar a un bebé que llora o un niño malcriado (véase arriba).
Sépase, un auténtico cinéfilo se queda hasta que pasen el último crédito de la película.
Los que se quitan los zapatos
El ensayo que se hizo para crear más sensaciones realistas en el cine fracasó.
La modalidad conocida como “smellaround” (literalmente, “olor que rodea”) fue introducida en algunas películas alternativas de los años 70, que ofrecían al público una cartulinas con números para rasguñar y oler según las instrucciones en la pantalla.
Los olores coincidían con las imágenes que podían ser de alguien abriendo un perfume, la entrada en un almacén de flores o, alguien quitándose los zapatos. La novedad no tuvo éxito.
Así que, ¡no se quite los zapatos y mantenga control de sus olores corporales!