La mona que está frente a mí puede elegir: ante su jaula se deslizan dos imágenes coloreadas diferentes.
Si toca la imagen púrpura, recibe un premio. La siguiente vez, toca la imagen negra. En esta ocasión, no sólo ella recibe un premio, también lo hace un segundo mono que está frente a ella.
Este es un experimento sobre procesos de toma de decisiones sociales, que indaga en el impacto que nuestras elecciones tienen en otros. Es algo que los humanos y los monos hacen todos los días.
Los monos parecen relajados e interesados, posiblemente más intrigados por mi presencia y la del camarógrafo que ante la perspectiva de otra nuez o dátil.
Estamos en el edificio Biomedical Sciences, también conocido como el laboratorio animal de Oxford, en Reino Unido.
Voluntarios humanos
Los investigadores, liderados por Matthew Rushworth, están explorando la forma en que las redes neuronales varían entre los cerebros de humanos y monos.
“Alrededor de dos tercios del trabajo que hacemos en con voluntarios humanos pero lo importante sobre los animales es que nos permiten manipular de forma muy precisa algunos de estos circuitos”.
Lo que esto significa es que algunos de los monos han sufrido pequeñas lesiones –áreas perjudicadas– en parte de sus lóbulos frontales.
Esto es algo que no podría hacerse con voluntarios humanos y permite a los científicos examinar qué ocurre cuando fallan áreas específicas del circuito natural, es decir de las conexiones en el cerebro.
“Esto nos da información clave de cómo algunas de estas áreas funcionan mal en enfermedades psicológicas como la depresión, pero también puede aplicarse a desórdenes como el autismo”, explicó Rushworth.
Sin embargo, aunque humanos y monos son primates, los cerebros de los macacos están mucho menos desarrollados. El equipo de Rushworth, cuyo trabajo financia el Consejo de Investigaciones Médicas británico y la organización Wellcome Trust, acaba de publicar un estudio que compara las tomografías de cerebros humanos y de macacos.
“Encontramos que muchos de los circuitos neuronales involucrados en el proceso de toma de decisiones eran muy similares en humanos y monos”, dijo Rushworth.
“Pero había áreas únicas en el cerebro humano, incluyendo una que nos permite evaluar las opciones que no hemos elegido. Esto nos habilita para tomar decisiones más sofisticadas que los monos”.
Aunque algunos aspectos cognitivos son exclusivos de los humanos, el equipo de Oxford, al igual que otros neurocientíficos, cree que la investigación con primates puede ofrecer un mejor entendimiento de muchos trastornos humanos.
Esta fue mi sgunda visita al edificio Biomedical Sciences, y soy el único periodista al que le han permitido la entrada.
La Universidad de Oxford quiere difundir las investigaciones que aquí se realizan pero es cautelosa con las visitas, dada la historia de este lugar.
Clima más positivo
En 2004 se suspendió su construcción tras una campaña de intimidación por parte de grupos extremistas de defensa de los derechos de los animales.
Los trabajos se reanudaron más de un año después cuando el gobierno se involucró y se hizo cargo de los costos de seguridad.
Nuevas leyes y vigilancia policial más rigurosas limitaron las acciones de los extremistas, y muchos activistas fueron encarcelados.
Muchos sienten que el clima que rodea el tema de la investigación con animales se ha atemperado y es más positivo de lo que ha sido durante años.
La Universidad de Oxford es una de las más de 40 organizaciones británicas de ciencias biológicas que acordaron el desarrollo de un ‘Concordato de apertura en la investigación con animales’.
Aún está en fase de consulta, y entre sus objetivos está asegurarse de que el público tenga información precisa sobre qué implica la investigación y qué papel juega en los descubrimientos científicos.
Todos los procedimientos con animales están controlados por el Home Office, el ministerio del interior británico. Hay estrictas regulaciones, y los controles más férreos son los que envuelven los experimentos con primates.
De cuatro millones de procedimientos con animales que se hicieron en Reino Unido el año pasado, 3.000 fueron con monos. Tres cuartas partes de todos las pruebas se hacen con ratones.
Oxford tiene alrededor de 50.000 ratones, casi todos genéticamente modificados para que los científicos investiguen enfermedades humanas, como Parkinson o Alzheimer.
Y el tercer grupo de animales que conocí era de hurones. Estos animales eran usados en experimentos sobre los efectos de la pérdida temporal de la capacidad auditiva.
Transparencia y apertura
Los estudios de este laboratorio también son apoyados por la organización Wellcome Trust, uno de los mayores finaciadores del mundo de investigaciones médicas para beneficio de humanos y animales.
Su exdirector, Mark Walport, es ahora asesor científico del gobierno británico y quiere promover una mayor apertura por parte de los investigadores.
“La gente está más segura y es más transparente respecto a la investigación con animales y creo que eso es extremadamente importante”, dijo Walport.
“Es importante recordar que cada vez que tomas casi cualquier agente farmacológico te estás beneficiando de muchos años de estudios en humanos y en animales – y por supuesto la investigación también beneficia a los animales”.
“Simplemente nos estamos volviendo muy buenos para curar enfermedades en los animales; no somos buenos para curarlos en la gente. Deberíamos estar invirtiendo más en alternativas como cultivo de células y simulaciones por computadora.” – Michelle Thew, Unión Británica para la Abolición de la Vivisección
Sin embargo, Michelle Thew, de la Unión Británica para la Abolición de la Vivisección cree que los experimentos con animales son arcaicos e inhumanos.
“Yo quiero ver buena medicina y una cura para las enfermedades, pero necesitamos una investigación moderna progresista”, expresó Thew.
“Simplemente nos estamos volviendo muy buenos para curar enfermedades en los animales; no somos buenos para curarlos en la gente. Deberíamos estar invirtiendo más en alternativas como cultivo de células y simulaciones por computadora”.
En todo caso, ambas partes del debate sobre la investigación con animales dicen que quieren que el público esté más informado. Por su parte, el gobierno británico dice que está comprometido en la búsqueda de alternativas a la experimentación con animales siempre que sea posible.
El acta 1986 sobre Procedimientos Científicos con Animales consagra la política de las “tres R”: reemplazo, refinamiento y reducción.
Pero a pesar de los esfuerzos por encontrar otras opciones, lo más probable es que los experimentos con ratones, ratas, peces, ranas, hurones, conejillos de Indias y monos continuarán en Oxford por muchos años.