Es difícil describir lo impresionante que es estar frente a una pared de agua de más de 20 metros de altura. En octubre de 2013 algunos calcularon que el brasileño Carlos Burle superó los 25 metros al remontar una ola en una playa de Nazaré, Portugal. En ese mismo lugar, el británico Andrew Cotton afirmó que el 2 de febrero de este año pasó los 24 metros. Pero, ¿cómo se determina cuán grande es una ola?
Kevin Horsburgh, del Centro Nacional de Oceanografía del Reino Unido, explicó que existen diferentes maneras de medir el tamaño de las olas que, de una u otra forma, utilizan herramientas tecnológicas, pero que son tres las que se utilizan con más frecuencia.
La primera utiliza la información recopilada por las boyas que se encuentran flotando en el agua y que tienen un acelerómetro en su interior que registra lo que ocurre en el océano. Este dispositivo electromecánico mide la aceleración y el movimiento que se produce en tres direcciones, cuando la boya sube, baja o se mueve hacia los lados.
Un complejo proceso electrónico y de cálculo que se produce a continuación transforma el movimiento en distancia, lo que permite determinar cómo se ve la ola, señaló Horsburgh.
“La segunda alternativa -añade- es utilizar los datos recabados por un satélite, la señal del radar apunta hacia abajo, esta se refleja de vuelta y posteriormente se transmite. Este mecanismo difiere del anterior porque ofrece un panorama más global debido a que permite ver todo el océano, no es el caso con las mediciones que se hacen con el acelerómetro”.
Tras números exactos
Sensores instalados en el lecho marino son la tercera opción más popular para calcular el tamaño de las olas. Los dispositivos registran los números con la presión que se produce en la superficie acuática.
“Mientras más agua, más presión. La complicación de utilizar este método está relacionada con la dificultad de recuperar los datos, esto se logra es cuando los sensores son retirados del fondo del mar. Existe la tecnología para obtener la información a través de la instalación de cables, pero es un procedimiento muy costoso. Los sensores suelen ser de gran utilidad para investigaciones científicas”, indica Horsburgh.
En los diferentes mares y océanos del mundo hay boyas que registran la actividad de las olas y que son utilizadas por los meteorólogos para predecir el comportamiento de las tormentas. Los datos que almacenan las boyas y los satélites se envían a los centros de recopilación en distintos países varias veces al día.
Por su parte, Dave Reed, director de la Asociación de Surf del Reino Unido, contó que en el mundo de los surfistas, el cálculo del tamaño suele realizarse con imágenes de buena calidad.
“La única manera de comparar quién surfeó la ola más grande es con algún testimonio gráfico, pueden ser fotos o videos, pero tiene que haber una prueba de que la persona realmente estuvo ahí. Este material se analiza con programas computarizados que permiten realizar la medición”, dijo Reed.