Escrito e ilustrado por Franco Mattiello
Comencemos con un dato simple, los monos tienen la capacidad de convivir en grupos o comunidades pequeñas pero para que sean funcionales deben ser entre 20 y 50 miembros, cuando el grupo rebasa esa cantidad, la tendencia es que se separe y se formen dos grupos.
Con los humanos sucede algo semejante sin embargo nuestras herramientas de comunicación como el lenguaje y nuestras capacidades racionales nos permiten conocer en un grado íntimo hasta 150 personas.
Ahora bien el ser humano es una criatura social, así que la idea de la soledad nos atormenta. Para lidiar con esto la sociedad nos mide por logros personales, así como nivel de estudios, metas económicas, construcción de una imagen personal etc. Al intentar hacer esa misma contrucción ante un entorno tan grande regularmente fallamos, lo que nos lleva a una sensación solitaria, esa sensación se ha vuelto uno de los elementos más comunes de nuestra sociedad actual.
Uno de los factores participativos son las redes sociales. En un mundo donde el tiempo es dinero, se vuelve cada vez más difícil y demandante lograr la construcción de una imagen pública. Ahí en las redes sociales, se comparten mensajes, comentarios, fotos, etc. de esta manera se sacrifica la conversación por simple conexión, lo cual nos dirige a la paradoja donde se clama tener muchos amigos pero en realidad estamos solos.
¿Cuál sería el problema de tener una conversación real? Pues toma tiempo en un espacio real y no se puede planear con anticipación lo que se dice. Mensajes de texto, e-mails, comentarios en redes, nos permiten presentarnos de la forma en que queremos, nos da la posibilidad de editar y por supuesto de borrar. En vez de generar amistades reales, nos preocupamos por pensar cuál será exactamente nuestra siguiente publicación en una red social, elegimos la foto en la que mejor nos vemos, gastamos horas en armar nuestra imagen más deseable ante los demás. Demandamos más de la tecnología que de la gente.
Es así que la tecnología atenta contra una de nuestras partes más vulnerables, tenemos miedo a la soledad pero le tememos también a la intimidad y a la cercanía. Entonces con el internet creamos tres grandes fantasías.
- Llevar la atención a donde nosotros queremos.
- Siempre seremos escuchados
- Nunca estaremos solos
Creemos que si siempre estamos conectados entonces nunca estaremos solos, pero es eso mismo lo que nos pone en riesgo, así que si no aprendemos a vivir con nosotros mismos vamos a tener que aprender a vivir en la desolación.
Con información de Shimi Cohen.