Su nombre es Neubelle, y promete conseguir los mismos efectos alisadores del bótox sin resultar tan agresivo. Porque este nuevo tratamiento se basa en la radiofrecuencia, y en lugar de bloquear la liberación de un impulso nervioso con una toxina, crea una microlesión que inhibe al músculo. Sabemos que puede sonar a chino mandarín, pero, en resumen, quiere decir que se acabaría con ese efecto de cara con demasiado relleno. Permite, también, localizar la zona exacta a tratar. Es decir, que no cabría tanto margen de error como cuando te tumbas en una camilla a que te inyecten bótox. La última ventaja es que el organismo nunca generaría resistencia, algo que sí sucede con la toxina botulínica.
Eso sí, el proceso puede ser igual de molesto, porque para aplicar el tratamiento hace falta anestesiar. Así que nada de decir adiós a las agujas. Y es bastante más caro: en EE.UU. cada sesión ronda los tres mil euros, aunque cada sesión puede tener efecto entre ocho meses y dos años, en función de cada individuo.