1. Reliquias familiares:
Deberías conservar la vasija de tu familia que te dieron tus padres o tus abuelos (si es el caso contigo). Todo se trata de curación y mezclar lo nuevo con lo viejo.
2. Piezas muy femeninas:
Rosa y lavanda pueden ser buenos colores para hombres también, pero tienes que combinarlos con nuevas cosas de color beige o café para que se vea menos empalagoso. Aplica lo mismo para diseños y patrones femeninos como la cretona. Agrega un poco de tartán, ayudará a que tu hogar parezca un lugar donde vive una pareja junta. También así se puede crear balance entre masculino y femenino.
3. Los muebles de tu pareja:
Al menos deberían conservarlo hasta que puedan hablar al respecto. Nunca tires algo de alguien más sin preguntar primero. Si hay algún mueble que te disguste mucho, deberías de manejar la situación para deshacerte de esa pieza con mucho cuidado y diplomacia. En lugar de decir “odio este mueble,” intenta decir algo más como “¿cómo podemos integrar esta pieza a nuestra casa?” o “¿Cómo conseguiremos que se vea lo mejor posible la casa?”
4. La barra en casa:
Solo porque ya no invitarás a potenciales parejas a tu casa no significa que tienes que deshacerte de tu barra con todo y accesorios. Todo esto no sólo es para solteros, es parte de la transición de tu vida de soltero a tu vida con tu pareja.
5. Colecciones:
Si te importa mucho tu pareja, deberías pensar en formas de abrirte a sus gustos. Cualquier cosa que pueda darte gusto a ti o a tu pareja merece quedarse en el hogar. Así que aunque odies esas cosas que colecciona tu pareja, deberías ser considerado.
Si en realidad no tienen un buen lugar para exhibir la colección, escojan unas piezas que quieran mostrar a sus visitas y las demás las guardan en un lugar donde los dos estén de acuerdo.
6. Las mascotas:
Quedate con tus mascotas, pero no dejes que se sientan excluidos ni nada por el estilo por los grandes cambios que se darán en sus vidas. Consígueles unas camas nuevas o algún regalo para que asocien la experiencia a una positiva.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.