En las manos de los talladores de netsuke japoneses, como Ryushi Komada, algo tan mundano como un pedazo de madera se vuelve algo sublime. Desde un pequeño bloque de madera se crea una cara delicada y expresiva, el movimiento de las arrugas en un vestido o incluso las finas cuerdas de un instrumento antiguo.
Un tallador de netsuke de tercera generación, Komada es un maestro de estas piezas pequeñas que son la encarnación de “la necesidad siendo la madre de la invención”. Parecen esculturas miniatura, apenas con unos cinco a diez centímetros de altos, pero además tienen el propósito de guardar cosas.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.