
El amor no sustituye la terapia
En una época donde el amor se romantiza hasta la sobreidealización, muchas veces caemos en la trampa de creer que amar es sinónimo de salvar. Nos enseñaron a ver el amor como una herramienta de redención, como si pudiéramos curar las heridas emocionales de otra persona a punta de cariño. Pero el amor no es terapia. Amar no es hacerse responsable del dolor que otra persona no ha sabido mirar.
Estar en una relación sana implica acompañar, no cargar. Apoyar, no cargar con traumas. Es natural querer lo mejor para quien amas, pero hay una línea clara entre acompañar en un proceso de crecimiento y convertirte en la cuidadora emocional permanente de alguien que no está dispuesto a hacer el trabajo personal.
El psicólogo holístico Diego Dreifus lo explica bien: “no puedes querer más por alguien de lo que esa persona quiere para sí misma”. Y muchas veces, al tratar de rescatar a alguien, nos terminamos hundiendo con ella. Esther Perel también ha hablado sobre cómo la responsabilidad afectiva no es asumir el rol de sanadora emocional, sino crear un espacio de crecimiento mutuo, sin sacrificarte en el proceso.
En lugar de buscar relaciones donde se espera que seas salvadora, pregúntate: ¿esta persona también me sostiene? ¿Nos acompañamos desde la responsabilidad emocional compartida o desde la dependencia? El amor no debería doler ni drenar, y mucho menos volverse una extensión de un consultorio psicológico.
En Caracteres también hablamos sobre el amor y la estabilidad emocional, y cómo estar con alguien que ya ha hecho cierto trabajo interior puede ser una experiencia mucho más libre, presente y constructiva. Porque amar no debería implicar sacrificio constante. El amor maduro no exige que te rompas para que la otra persona esté bien. El amor maduro se construye desde dos seres completos, no desde mitades heridas que se buscan remendar entre sí.
Publicado por Redacción.