Armonía, el tercer y más importante factor en la Filosofía del Crecimiento Sustentable, factor clave por excelencia, factor indispensable. Armonía es el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo y su resultado siempre connota belleza en el sentido más profundo de lo bello. La belleza por lo general, es la mezcla perfecta de los contrastes, es la danza perfecta de las fuerzas que se coordinan para ser, para crear, para manifestarse de manera equilibrada. La armonía viaja y trasciende, es sutil y fugaz, posiblemente por eso es tan musical. La armonía invita a estar bien, a compartir, es la gran rectora total del universo pues prevalece tarde o temprano a todo caos. Su verdadera y evidente trascendencia se liga plenamente a las manifestaciones de la naturaleza. La armonía existe y se manifiesta por todo y en todo, en lo verde, en lo azul, en lo rojo, en lo vivo, en lo inerte. La armonía engrandece al elemento; entrelaza al color para plasmar pinturas, relaciona notas coordinadas para crear melodías. Puede ser plasmada y capturada solo temporalmente, pero se repite caprichosamente de manera infinita. Es resultado de la acción, del movimiento, de la penetración y las caricias respetuosas entre las partes femeninas y masculinas.
La armonía es una relación amorosa y permanente en tiempo y de forma adecuada. La Armonía para aquellos orientados con personalidades empresariales es bondadosa, productiva y rentable. Para los estadistas se convierte en verdadero poder y reconocimiento social. Para los inclinados al arte, es trascendente, incluyente y hermosa. Para esos místicos, humanistas y religiosos que tanto buscan a Dios y a la felicidad, encontrarían lo que buscan de manera inmediata si se dedicaran a conquistar y a promover la Armonía, si dejaran de imponer creencias egoístas que van en contra de la naturaleza, en contra de la verdadera esencia de todos los Dioses o del único Dios. La armonía es sencilla y evidente, se entona intrínsecamente con nuestra propia consciencia. El generar armonía implica dejar que cada quien y cada cual participen en su momento, con orden y de manera adecuada. En Armonía, el resultado del todo va más allá de las exageraciones y manifestaciones individuales.
Para ello, cada cual sabe de su importancia sin que esto lo haga más o menos importante que el otro. No es mejor el rojo o el azul, el clarinete o el violín. En momentos, algunos sobresalen, en otros, algunos callan, por eso, prevalecen el orden y el respeto para generar y mantener la realización del todo, para su manifestación en Armonía. Cuando no es así, sobrevienen el caos, el dolor, el ruido, la destrucción, la guerra, para que tarde o temprano por hastía y cansancio de los mismos involucrados, se orienten a recobrar la búsqueda y manifestación de la Armonía. Busquemos primero la Armonía interna con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con nuestros pensamientos, con nuestras palabras. Dejemos lo vulgar, lo mal oliente, lo que sabemos que no genera belleza.
Conquistemos el lenguaje, la palabra, los modales, la educación, el respeto. Promovamos la armonía familiar, la Armonía con quien trabajamos, con quien convivimos. Respetemos la naturaleza en todas sus manifestaciones. Revelémonos proactiva y respetuosamente ante todo aquello que no es bello, que no es Armónico. No es cuestión de gustos, es cuestión de esencia, de armonía, de belleza, hoy y siempre.
Para Reflexionar…
Alfonso del Valle Azcué