”No van a dejarnos en paz ni quieren que Egipto se recupere”, dice un serio Mohamed Bakr, de 31 años y guía egipcio de habla hispana, cuando escucha por la radio la última cifra de muertos del domingo en El Cairo y pueblos de alrededor. En total son 44 muertos y 209 heridos según las autoridades: 25 decesos en El Cairo —entre enfrentamientos entre los pro y contra Mohamed Morsi—, 15 en Giza y el resto dispersados en otros puntos del país.
Ayer domingo fue un día especial para Egipto: el 40 aniversario de la guerra del Yom Kipur. Un 6 de octubre de 1973 Egipto y Siria se unían para arrebatar a Israel lo que antes éstos habían conseguido por las armas en el conflicto de 1967, los Altos del Golán y la Península del Sinaí.
Los libros de Historia recuerdan que tras el ataque inicial el día de la fiesta más sagrada para los hebreos, el Yom Kipur, Israel supo reponerse y repeler dicho ataque en la que fue la última gran guerra contra sus vecinos árabes. En aquellos momentos, y bajo mando de Anuar el Sadat, Egipto recuperó apenas 10 kilómetros con el uso de la fuerza. La victoria llegaría años después, mediante acuerdos de paz que le llevaron a recuperar la península entera. Los Altos del Golán no corrieron la misma suerte.
Desde entonces, el gran país árabe celebra y glorifica la victoria de su Ejército y lo que es más importante, ”el orgullo como país”, recuerda un veterano copto de aquellos años.
Pero ayer, mientras las banderas rojas, blancas y negras competían en edificios y coches por ser las más grandes y bonitas, se celebró otra ”lucha”. Esta vez interna, la que más puede doler a un país profundamente nacionalista como es Egipto.
Niños y mayores lucieron la cara con los colores nacionales en una deshilvanada cola a la única entrada a la famosa plaza de Tahrir. El resto de accesos fueron cercados por tanques y espinos del Ejército, y para entrar desde una estrecha calle los habitantes fueron revisados para que no haya más disturbios.
Dentro, el recuerdo de la victoria se mezcla con el del derrocamiento del Hermano Musulmán, Mohamed Morsi el 3 de julio. Los allí concentrados, que a media tarde ya llenaban la inmensa plaza, se abalanzaron a los micrófonos de medios extranjeros, volviendo a explicar que no fue un golpe de Estado, sino un golpe civil contra un gobierno antidemocrático.
”Yo soy profundamente religioso”, comenta orgulloso Mahmoud Mohamed, un señor con chilaba gris y turbante blanco de 69 años. ”Los egipcios somos un mismo cuerpo y como musulmán respeto todas las religiones, pero con los Hermanos Musulmanes en el poder ellos, que dicen ser verdaderos musulmanes, no respetaron nada y nos enfrentaron unos a otros, por eso estoy aquí, para celebrar que nuestro Ejército nos devolvió el honor en el 73 y lo ha vuelto a hacer ahora”.
Fuente: Informador