Al hablar de pornografía con los niños hay que asumir que ellos ya han estado expuestos a ella. Esto puede leerse detalladamente en un estudio de Cyberpsychology & Behavior, que describe que casi todos los niños y un tercio de las niñas mayores de 13 años en Estados Unidos ha estado expuesto a pornografía en línea. Entre los 14 y 17, los niños llegarán igualmente a ella, pero también los niños menores de 13 años reportan haber buscado pornografía, mientras las niñas argumentan “exposición involuntaria.”

La doctora Janet Rosenzweig, autora de The sex-wise parent, afirma que, aunque las imágenes sexuales están presentes en todas las culturas del mundo, el elemento contextual (incluso ritual) se ha perdido: los niños se exponen a las imágenes sin una guía apropiada sobre lo que están observando, lo que puede dar lugar a que lean la pornografía como una descripción documental del sexo, en lugar de un tipo de fantasía adulto, lo que durante el desarrollo infantil puede dar lugar a ideas equivocadas o idealizadas respecto al sexo.

Y es que la pornografía es parte del ecosistema del Internet desde sus inicios, y lo que la tecnología puede hacer a favor de la educación, por sí misma, es limitado. Incluso dentro del mundo del entretenimiento para adultos, el debate sobre cómo hablar a los niños  sobre la pornografía ha dado lugar a testimonios conmovedores sobre la confianza y la comunicación como parte de la educación. Ese fue el caso de la ex estrella porno Aurora Snow, quien escribió una carta a su futuro hijo donde le habla sobre su antiguo empleo.

Autoras como Emily Southdown también saben que no es suficiente con limitar el acceso de los niños al Internet: es parte de su época, nacieron en ella a diferencia de muchos de nosotros, que hemos debido aprender a evolucionar junto a ellos.  Incluso en países con un acceso a Internet tan limitado como China, la educación sexual es un tema que para los padres de la era de la información implica un nuevo acercamiento y una nueva forma de comunicación. Si de todas formas van a toparse, tarde o temprano, con material pornográfico, lo mejor es que los adultos comiencen a hablar en serio al respecto con sus hijos.

Al respecto, la doctora Rosenzweig recomienda referirse descriptivamente a las imágenes que los niños ven o pueden haber visto, es decir, hablar de las partes del cuerpo y de los actos según sus nombres médicos y no con eufemismos. Hay que reconocer también que la curiosidad de los niños es normal, pero que las imágenes de la pornografía son fantasías y no tienen nada que ver con el sexo y las relaciones de la vida real.

También es un buen momento para discutir sobre temas como “consenso”, pues según un estudio referido por la doctora Rosenzweig, los niños que ven pornografía violenta tienen cinco veces más probabilidades de coercionar o forzar a alguien a tener sexo con ellos al crecer. La asociación entre sexo y violencia estaría explicada porque las primeras imágenes sexuales que ven los niños forman el sustrato arquetípico, el recuerdo más internalizado que asocian al sexo.

Una charla con nuestros hijos sobre pornografía probablemente no será cómoda, pero es necesaria. Tampoco tiene por qué ser un asunto solemne: sugiere que aprender sobre sexo viendo porno es tan irreal como querer aprender a conducir un auto viendo carreras de NASCAR o jugando videojuegos. No se trata de vigilar y supervisar todo lo que los niños ven en Internet, sino de orientarlos acerca de la responsabilidad de nuestras elecciones: una que les corresponderá también a ellos ubicar en su momento.

Fuente: (Avant Sex)