Ya sea que esperes con ansias tu sesión de terapia o no, estás invirtiendo en ella tu tiempo y dinero (o tu seguro lo está haciendo). Y, con suerte, estás ahí porque realmente quieres trabajar en algo importante. Así que, en lugar de improvisar cada sesión, sigue estos consejos para que cada minuto cuente.
Antes de tu Sesión de terapia
Así como no puedes pasar de correr un kilómetro a meterte a la cama y dormir instantáneamente, necesitas una transición que prepare tu mente para la introspección.
¿Qué es lo que mejor te ayuda a relajarte rápido? Podría ser practicar respiración consciente, escuchar a tu banda favorita en el camino, o hacer unas posturas de yoga en la sala si tu sesión de terapia es virtual. Incluso podrías intentar dibujar o escribir en un diario para procesar cómo te sientes en ese momento.
Elijas lo que elijas, dedica de 10 a 20 minutos sin distracciones (sí, sin teléfono) para conectarte contigo misma y tener una idea de lo que quieres tratar. Así no pierdes tiempo valioso poniéndote al día con tu terapeuta.
Si quieres ser más específica, intenta calificarte en una escala del 0 al 10 sobre cómo te has sentido en áreas clave durante la última semana: tus pensamientos individuales, tus relaciones personales cercanas (pareja, familia), tus relaciones sociales (amigos) y tu funcionamiento general en el mundo (trabajo, tareas, finanzas, etc.).
Si estás en casa, busca un espacio tranquilo, apaga notificaciones del trabajo temporalmente y ten a la mano un cuaderno para tomar notas. Sin un trayecto de por medio, puede que necesites un poco más de proactividad para abrirte, escuchar y absorber.
Durante tu Sesión
Puede sonar obvio, pero vale la pena repetirlo: haz lo que puedas para mantenerte presente. Incluso con una terapeuta increíble, tu mente puede divagar, ya sea porque estás estresada, cansada o porque subconscientemente estás evitando tocar algo doloroso. (Sí, nuestras mentes son brillantes encontrando formas de hacernos sentir seguras).
También podrías toparte con un silencio incómodo o una conversación difícil que te den ganas de escapar. Quédate ahí.
Puedes aprender mucho sobre ti misma en los momentos de incomodidad. Presta atención a cómo se siente tu cuerpo—una buena práctica de mindfulness—y nota si has sentido eso antes en otros espacios.
¿Tienes los hombros tensos? ¿Estás frunciendo el ceño? ¿Tu corazón late rápido? Recuerda cuándo te has sentido así antes y reconoce que ahora estás en un lugar seguro, donde puedes procesarlo con alguien en quien confías. Dile a tu terapeuta lo que está sucediendo, en caso de que no lo note primero.
Si logras entender cómo las emociones pueden sentirse similares pero ser diferentes (e informativas), podrás estar más presente incluso en el malestar y aprovechar al máximo tu tiempo juntas. Y, por supuesto, toma nota de lo que surja.
Después de tu Sesión
Justo al terminar, anota cualquier insight que surgió en la conversación y cómo te sientes.
Hacer esto cumple dos objetivos importantes para el crecimiento: primero, registrar lo que descubriste ayuda a que se sienta más real y te da algo a qué regresar en momentos de duda. Segundo, ya sea que te sientas abrumada o iluminada, llevar un registro de tus emociones puede ayudarte a notar avances que suelen pasar desapercibidos con el tiempo.
Si escribir no es lo tuyo, graba notas de voz en tu app de Notas, donde puedas desahogarte en tiempo real.
Además, si puedes, crea un “mini trayecto” para ti misma si no tienes uno real. Algunos estudios sugieren que el tiempo de viaje puede ayudarte a procesar mejor la sesión de terapia, haciéndola más valiosa.
Sal a dar un paseo breve, o al menos ve al baño a lavarte la cara antes de regresar a tus otras responsabilidades. Un simple cambio de ambiente y mover tu cuerpo pueden ayudarte a reintegrarte al mundo de manera más completa.